El consenso entre especialistas está claro tanto en el plazo mínimo requerido para contar con una vacuna anti-covid-19 como en la forma de enfrentar la pandemia mientras eso ocurre. Ya hay ensayos de posibles vacunas en seres humanos y la carrera por conseguir tan esperado remedio es frenética, pero los pronósticos más optimistas creen necesario el transcurso de un año. Tampoco hay un tratamiento de comprobada eficacia ni posibilidad de esperar hasta su aparición para intentar la reapertura de la actividad económica.
El énfasis de los expertos está en la cautela. Todos coinciden en la posibilidad de una segunda ola de infecciones y un daño todavía mayor para la economía. El segundo cierre podría ser mucho más costoso. Para evitarlo, sin dejar de avanzar hacia la normalidad, los riesgos deben ser muy controlados. Ese es el espíritu de los anuncios hechos ayer por el gobierno para aflojar algunas restricciones sin dejar de regular, en cada caso, las actividades respectivas.
Jim Yong Kim, médico, antropólogo y expresidente del Banco Mundial con amplísima experiencia en el combate de epidemias, se pronuncia, en un artículo publicado en la prestigiosa revista The New Yorker, por una apertura bien planificada y construida sobre cinco pilares fundamentales, comenzando por el distanciamiento social y un programa de pruebas de amplio alcance. El aislamiento de los infectados, la búsqueda de sus contactos y el fortalecimiento de las capacidades hospitalarias son los otros tres pilares.
Las pruebas, necesarias para aislar a los enfermos y poner en cuarentena a quienes hayan estado expuestos, también permiten la atención médica en las primeras etapas de la enfermedad, lo cual reduce la mortalidad. La localización de los contactos y las medidas de aislamiento y cuarentena interrumpen el progreso de la epidemia hasta llevarla a desaparecer.
Aaron E. Carroll, profesor de Pediatría en la Universidad de Indiana y columnista del New York Times, añade a la lista de medidas recogidas en el artículo del expresidente del Banco Mundial la posibilidad de ejercer vigilancia por zonas para saber si surge un motivo de alarma en determinada localidad.
Ese conjunto de medidas constituye el libreto de la reacción gubernamental en los países más exitosos frente a la pandemia. Taiwán, Corea del Sur y Singapur les deben sus ejemplares experiencias, y la propia China, donde primero surgió el virus, consiguió recuperar a la ciudad de Wuhan.
En Costa Rica, el distanciamiento social ha sido un éxito y, desde el inicio, las autoridades sanitarias se han entregado a la labor, a veces detectivesca, de localizar a quienes hayan tenido contacto con personas infectadas. Las autoridades de salud dispusieron un hospital especializado en aislar y tratar pacientes de covid-19 y existen sitios centinela, normalmente utilizados para rastrear otras enfermedades respiratorias y ahora encargados de vigilar el coronavirus. Además, las autoridades estudian la posibilidad de utilizar aplicaciones de rastreo que, probablemente, exigirán consentimiento informado o anonimato de los datos para encajar en nuestro ordenamiento jurídico.
La capacidad de examinar a grandes sectores de la población enfrenta dificultades de costo y disponibilidad de pruebas confiables. Las autoridades de salud dicen tener pruebas suficientes, pero cabe preguntar si alcanzan para vigilar la reapertura escalonada de diversas actividades. Las pruebas de anticuerpos para detectar si una persona estuvo infectada sin darse cuenta están en proceso de perfeccionamiento, pero también prometen coadyuvar a la recuperación de la normalidad hasta donde sea posible.
Es preciso estar atentos a estos avances para adoptarlos cuando estén disponibles y, así, fortalecer los medios, por ahora muy exitosos, para mitigar los efectos de un virus cuya presencia no será tan pasajera como querríamos.