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Editorial: Planes militares en redes sociales

Es muy grave lo que revela este intercambio virtualmente público sobre la falta de seriedad y las torpezas en el manejo de la seguridad nacional. Tan grave transgresión a protocolos elementales de comunicación no debería quedar sin consecuencias

Si no fuera por lo que reveló sobre el manejo de la seguridad nacional de Estados Unidos, la sorprendente filtración de mensajes sobre planes militares intercambiados por sus principales responsables en un chat (grupo de discusión), sin adecuados parámetros de seguridad, podría ser desdeñado como una absurda aberración más de la administración de Donald Trump.

Sus implicaciones, sin embargo, son extremadamente graves por varias razones, todas inaceptables. La primera fue la utilización de un servicio de mensajería confiable (Signal), pero sin los requisitos de seguridad mínimos requeridos para ese tipo de comunicaciones. A ella se suma la revelación, por parte del secretario de Defensa, Pete Hegseth, de los detalles sobre el ataque de la aviación estadounidense a un grupo rebelde en Yemen, que fue relatando a sus 18 interlocutores en tiempo real; también, la inclusión en el grupo, sin que aún se sepa por qué, del periodista Jeffrey Goldberg, director de la revista The Atlantic, generalmente crítica del gobierno.

A todo lo anterior hay que añadir las expresiones derogatorias y hasta desdeñosas que tanto ese funcionario como el vicepresidente J.D. Vance, otro de los participantes en el chat, profirieron sobre los europeos. Incluso, llegaron a decir que Estados Unidos debería cobrarles por la acción, debido a que iba destinada a mejorar las condiciones de navegación por el mar Rojo y el canal de Suez, que sus aliados usan con mucha mayor intensidad que los estadounidenses.

El periodista fue incluido en el grupo el jueves 13, por Michael Waltz, asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca. Todo indica que fue un error, pero nadie se preocupó por averiguar por qué estaba allí, y aunque no participó activamente en los intercambios, sí estuvo plenamente al tanto de sus detalles. Otros interlocutores, además de Hegseth y Vance, fueron Marco Rubio, secretario de Estado; Scott Bessent, del Tesoro; Tulsi Gabbard, directora nacional de Inteligencia; John Ratcliffe, director de la CIA; Stephen Miller, cercano asesor de Trump, y Steve Witkoff, negociador estadounidense en el Cercano Oriente. Es decir, todos estuvieron expuestos en una plataforma de comunicación comercial sin contención alguna sobre sus expresiones.

Fue durante las discusiones previas al ataque, realizado el sábado 15, que Vance dudó sobre la conveniencia de una acción que, según dijo, favorecería más a Europa que a Estados Unidos. Hegseth dijo compartir su “repugnancia” por la actitud “vividora” de los europeos, y Miller agregó: “El presidente fue claro; luz verde, pero muy pronto tenemos que aclarar a Egipto y Europa qué esperamos a cambio”. Quedó así claramente de manifiesto cuán miope es la visión sobre las alianzas del equipo de más alto rango del gobierno estadounidense; la actitud transaccional que anima sus consideraciones, y el desdén por quienes han sido, desde la Segunda Guerra Mundial, los más cercanos aliados de su país.

Si graves son, desde el punto de vista diplomático, las implicaciones de este intercambio virtualmente público, más grave aún es lo que revela sobre la falta de seriedad, el descuido y las torpezas sobre el manejo de la seguridad nacional.

Waltz asumió la responsabilidad por la invitación a Goldberg; sin embargo, esto es, hasta cierto punto marginal, dado que el periodista no reveló nada antes ni durante la operación, sino después y con enorme cuidado. La gran transgresión fue utilizar una plataforma de comunicación no segura, que puede ser intervenida por servicios de inteligencia enemigos; desdeñar los protocolos de seguridad requeridos para este tipo de discusiones, y discutir información altamente sensible, con riesgos humanos de por medio, fuera de las redes propias exigidas por los protocolos de seguridad.

Trump, que nunca puede reconocer sus errores como responsable político máximo, ha restado importancia a los hechos. Sin embargo, las presiones para que se realice una investigación exhaustiva se han acrecentado, no solo desde la oposición demócrata, sino también por parte de algunos republicanos.

Dejar impunes actos de esta índole, sobre todo en lo que toca a Waltz, creador del grupo, y Hegseth, el jerarca de Defensa que divulgó los planes, sería sumamente grave. Por esto, los pedidos de renuncia hacia este último han aumentado, tanto por su responsabilidad directa en lo que se divulgó, como porque ha pregonado una actitud de “cero tolerancia” contra errores y transgresiones en su departamento.

Durante la campaña presidencial de 2016, en la que Hillary Clinton se enfrentó a Trump, los republicanos la acusaron visceralmente por haber compartido vía su correo electrónico privado, cuando era secretaria de Estado, información oficial mucho menos sensible. Negarse ahora a investigar hasta sus últimas consecuencias algo aún más grave, sería, además de irresponsable, burdamente hipócrita.

Más allá de las facetas descritas, quedan abiertas perturbadoras interrogantes sobre la capacidad y competencia de muchos miembros del gabinete de Trump, sobre la seriedad en el ejercicio de sus cargos, y sobre su respeto a los deberes que estos conllevan. Hasta ahora, por desgracia, no se puede responder positivamente a ninguna de ellas.

Emojis, críticas a Europa e internas: qué se sabe de la filtración por error de un chat con planes militares en EE.UU.
La filtración por error de un chat con planes militares del gobierno de Estados Unidos dio pie a una intensa oleada de reacciones en redes sociales. Foto: AFP (AFP y Captura de pantalla (The Atantic)/Emojis, críticas a Europa e internas: qué se sabe de la filtración por error de un chat con planes militares en EE.UU.)
La Nación

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Análisis de opinión en cada editorial de La Nación, medio de referencia en Costa Rica, fundado en 1946.

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