Hace más de 25 años, Intel instaló en Costa Rica una planta para ensamblar y probar (assembly and testing) los procesadores que daban poder de cómputo a los ordenadores de la época. Pronto nuestras exportaciones al Lejano Oriente crecieron de manera desproporcionada, porque la gran mayoría de los computadores eran ensamblados en esa parte del mundo. Las cadenas de suministro de las grandes corporaciones multinacionales se tornaron muy complejas en procura de eficiencia.
La misma búsqueda de eficiencias llevó al cierre de la planta de Intel en La Ribera para instalarla en Asia. Eso abrió la oportunidad de traer operaciones de investigación y desarrollo a Costa Rica.
Conforme los semiconductores fueron convirtiéndose en parte esencial de un creciente número de productos, tanto civiles como militares, aun antes de la pandemia, la localización óptima de la fabricación de estos dispositivos empezó a ser afectada por otros criterios, además de la eficiencia.
La pandemia, junto con los roces geopolíticos (algunos altamente tecnológicos, como la inteligencia artificial), han llevado a la necesidad de volver a equilibrar la cadena de suministros de la industria de semiconductores. Para estos propósitos, en el 2022, Estados Unidos aprobó la Ley Chips (Creating Helpful Incentives to Produce Semiconductors) con un financiamiento de $52.700 millones. De estos ya se han asignado decenas de miles de millones a Intel, TSMC y Samsung para construir plantas de manufactura de semiconductores en suelo estadounidense. La construcción de estas plantas es un proceso caro y lento, necesitado de personal técnico muy calificado. La experiencia de Intel cuando trasladó la planta de La Ribera a Asia contiene muchas enseñanzas de provecho.
Parte del replanteamiento de la cadena de suministros involucra a países cercanos con los cuales Estados Unidos mantiene relaciones cordiales basadas en valores compartidos (como la democracia y el respeto por los derechos humanos). Para esto existen $500 millones que no pueden ser girados directamente a los gobiernos o las empresas locales. Deben ser invertidos de manera indirecta.
El año pasado, Costa Rica anunció la Ruta de los Semiconductores, Intel reveló planes para una fuerte inversión en el país y el gobierno de Estados Unidos mencionó a Costa Rica como el primer lugar donde podría invertir parte de los $500 millones. Recientemente se anunció una asignación de $13,8 millones a Arizona State University (ASU), poseedora de un excepcional programa de carreras técnicas e ingenierías electrónicas, para colaborar en la formación de capital humano en Costa Rica con el fin de apuntalar el esfuerzo de la Chips.
La formación de técnicos e ingenieros de alta calidad exige contar con docentes de primerísimo nivel y laboratorios de última generación. Impartir esa educación de manera virtual es una solución subóptima. La ASU debería trabajar con la academia local para amplificar el impacto y dejar la capacidad instalada de manera que los procesos de multiplicación de conocimiento sean sostenibles en el tiempo. También debería contar con instalaciones y personal local, además de profesores visitantes. Si la única alternativa factible fuera enviar a los jóvenes becados a Arizona, deberá hacerse con la seguridad de que regresen y trabajen en el país por un período significativo. Arizona cuenta con el mejor ecosistema del mundo para la fabricación de semiconductores. Ya existen plantas muy grandes y eficientes y hay varias más en proceso de construcción, de manera que no es difícil imaginar la tentación de quedarse.
Mientras la tecnología sigue desarrollándose a velocidad exponencial, debemos seguir invirtiendo en educación e innovación. Un buen ejemplo es la enorme carrera desatada en torno a la inteligencia artificial. Se habla mucho de la inteligencia artificial general, pero hay muchos otros tipos, algunos muy específicos, con gran potencial de generar productividad y riqueza. El campo es muy amplio y, esta vez, la diferencia no la hacen solo el software más sofisticado o los centros de datos más grandes y eficientes. Los mejores semiconductores serán, sin duda, uno de los factores diferenciadores. Costa Rica debe prepararse para insertarse en esta nueva cadena de valor donde la imaginación es el límite.