El 5 de mayo del 2015 marcó el inicio de un lamentable capítulo en nuestra intachable trayectoria de inserción al comercio mundial: la aplicación de una restricción a las importaciones de aguacate Hass procedentes de nueve países. Se alegó, sin debida sustentación científica, la presencia en la fruta del viroide conocido como “mancha del sol”.
El país más afectado fue México, líder mundial en exportación de aguacates y cuyo ingreso para dicho país supera el de los hidrocarburos. El bloqueo puso a Costa Rica en curso de colisión con los legítimos intereses del país del norte.
Costa Rica se abrió unilateralmente al comercio en 1984, política de Estado consolidada por sucesivas administraciones. En consonancia con la nueva estrategia, convertida en pilar de su modelo de desarrollo, nos adherimos al sistema multilateral de comercio y nos comprometimos a respetar uno de sus más decisivos requisitos: la obligación jurídica de no recurrir a medidas técnicas para restringir el comercio en beneficio de sectores productivos nacionales.
El cumplimiento es de la más alta trascendencia. Somos un país pequeño. Nuestra fuerza está anclada al respeto al derecho internacional, donde depositamos el resguardo de nuestros intereses. Teníamos impecable trayectoria en materia comercial. La Organización Mundial del Comercio (OMC) ha respaldado los argumentos del país cuando ha debido acudir a ese foro. Por primera vez fuimos acusados por el bloqueo al ingreso del aguacate Hass mexicano sin el debido proceso, el cual demandaba soporte científico previo. El intachable prestigio nacional ha sufrido grave menoscabado.
Un reciente acuerdo entre los jerarcas de Comercio de ambos países prevé el final de la controversia y un nuevo ingreso del “oro verde” mexicano bajo dos escenarios. En el primero, si un muestreo conjunto de plantas nacionales demuestra ausencia del contagio, la fruta entrará únicamente con certificado de laboratorio de venir sano y de zona de producción libre de la plaga. Si en territorio nacional aparece contagio, la certificación mexicana no deberá ser de laboratorio, sino meramente visual. En todo caso, el bloqueo cesaría y el capítulo se cerraría. Ojalá ocurra así.
La parodia de cuatro años no tenía por qué haber ocurrido. La medida debió haber tenido respaldo científico de contagio. Tampoco existió coordinación con el Ministerio de Comercio Exterior (Comex), rector en la materia. Su jerarca se quejó de incomunicación del Ministerio de Agricultura y advirtió de que un caso ante la OMC le costaría al país hasta $600.000.
En este tiempo se perdieron muchas oportunidades de solución mutuamente convenida. Incluso habiendo ofrecido, en setiembre del 2017, la apertura de la frontera con certificados de inocuidad, avalados por la OMC, se impidió el ingreso del aguacate mexicano, certificado sano el 7 de mayo del 2018, como último acto proteccionista de la administración Solís. Es solo ante la inminencia de la conformación del panel en la OMC cuando buscamos resolver el conflicto.
No dejó de faltar teatralidad de connotaciones proteccionistas, que acompañaron la medida, para restar peso al desabastecimiento de una fruta cuyo 65 % de consumo depende de importaciones. En esta administración, la siembra de un árbol de aguacate sirvió como ilustración de una narrativa de apoyo a ese sector productivo, convertido, así, en símbolo de una nueva política de Estado.
La fruta contaminada no es origen de contagio, como han dicho los expertos, sino la planta, por medio de su polen. Si se probara la no existencia de contagio en Costa Rica, eso demostraría, aún más, lo improcedente de la medida, pues decenas de años de importación de aguacate mexicano no habrían dañado nuestros cultivos.
El acuerdo entre autoridades de ambos países es un positivo augurio de dejar atrás este episodio. El medio se siente, sin embargo, obligado a reiterar su desacuerdo por el manejo de una materia sobre la cual teníamos razones para creer superada. Nada justifica la utilización arbitraria de medidas no arancelarias, como obstáculo al comercio, para proteger sectores productivos.
El precio de esta injustificable ocurrencia ha recaído en los consumidores nacionales, especialmente los más vulnerables, quienes no han podido asumir el incremento de más del 75 % del costo de la fruta. Esperamos estar en las postrimerías de este triste sainete proteccionista. Su enseñanza queda como antecedente para no asumir nada como lección aprendida.