La pandemia impulsó el desarrollo del teletrabajo en todo el mundo. Empresas y colaboradores descubrieron en él ventajas insospechadas. El regreso a la oficina, en muchos casos, será parcial o del todo no ocurrirá. Algunas funciones se adaptan con más facilidad a la colaboración remota; sin embargo, independientemente del porcentaje de personas que retornen al trabajo presencial, millones seguirán laborando a distancia.
Ese ejército de trabajadores alimenta las filas de los nómadas digitales, capaces de combinar el empleo remoto con el espíritu de aventura y el deseo de explorar otros parajes y culturas. No son una mera posibilidad ni una categoría probable. Existen y están entre nosotros. Su número se estima hasta en 4.000 y la contribución promedio a la economía nacional ronda los ¢15 millones semestrales. Desde Nosara, San Carlos o Manuel Antonio trabajan para empresas ubicadas en cualquier parte del planeta. Las hoteleras nacionales ya ofrecen espacios de trabajo colaborativo y planes para atraerlos, a veces con sus núcleos familiares.
El turismo, dicen los expertos, tardará en recuperarse y los nómadas digitales podrían constituirse en un puente entre los tiempos de la pandemia y el retorno a la prosperidad. El diputado Carlos Ricardo Benavides, exministro de Turismo, se adelantó a presentar un proyecto de ley para atraerlos y facilitarles la estadía en el país.
Obtendrían permisos de permanencia por un año renovables y se les simplificaría abrir cuentas bancarias. También tendrían la posibilidad de importar lo necesario para desempeñar sus funciones, gozarían de exención del impuesto sobre la renta y se les reconocería la licencia de conducir de sus países de origen. Para acceder a esas ventajas, deben demostrar un ingreso mínimo de $3.000 ($4.000 si se trata de un grupo familiar) y tener seguro médico.
Para el país, los beneficios son múltiples. La prolongada estadía significa una inyección de recursos en las comunidades más afectadas por las secuelas económicas de la pandemia, porque las costas y zonas rurales son las más atractivas para este tipo de visitantes, necesitados de alimentación, hospedaje, turismo, alquiler de vehículos y otros servicios.
El Instituto Costarricense de Turismo ve la oportunidad y pide a la Asamblea Legislativa la pronta aprobación del proyecto de ley, con los ajustes necesarios. Costa Rica no es el único país interesado en el negocio y quienes posicionen primero sus ofertas obtendrán ventaja. La empresa privada se adelantó a las iniciativas oficiales y ya hay paquetes de larga estadía con posibilidad de cambiar de locación hasta diez veces. En medio año o menos el nómada digital puede rotar entre playas, montañas y ciudades.
LEA MÁS: Foro virtual: por qué se necesita una ley para regular los nómadas digitales
Cientos, quizá miles, de costarricenses se convirtieron durante la pandemia en nómadas dentro de su propio país y constituyen prueba de las posibilidades. No podemos darnos el lujo de desaprovecharlas si se consideran las dificultades experimentadas durante el último año.
Aparte de las facilidades contenidas en el proyecto de ley y los esfuerzos requeridos para promocionarlas, el país debe mejorar la conectividad y ser extremadamente cuidadoso en la preservación de su relativo éxito sanitario en la lucha contra la covid-19. El acertado manejo de la pandemia es, hasta hoy, una valiosa ventaja comparativa.
Las comunidades costeras y otras zonas de atracción turística tardarán en recuperarse. Muchos negocios cerraron y otros apenas sobreviven con fuertes recortes de personal y gastos. Guías turísticos y transportistas independientes fueron empujados por las circunstancias a vender sus vehículos. Cada día es una dura lucha contra las necesidades personales y familiares. No hay tiempo que perder.