Editorial

El eterno problema del alcantarillado

El problema es constante desde hace muchos años y las soluciones son conocidas, pero de la mesa de diseño a la realidad hay una exasperante distancia

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Las deficiencias de la red vial están a la vista todo el año, pero hace falta un invierno intenso, como el actual, para poner de manifiesto las deficiencias del sistema de alcantarillado. Es un problema de infraestructura menos visible, pero no menos importante. En varias oportunidades se ha confabulado con las limitaciones de las carreteras para dejar a San José sumido en graves dificultades. Ese fue el caso del derrumbe de una alcantarilla en la autopista General Cañas y otra en la carretera de Circunvalación, por donde pasa el río María Aguilar, a la altura de Hatillo 8.

En San José, hay seis puntos críticos, pero no son los únicos. Están identificados desde hace años y nada se ha hecho para remediarlos. Nada se hará este año. Las obras se programaron para el 2018. El río Torres hace su capricho en el puente del bajo de Los Ledezma. Lo mismo sucede con el puente de bajo La Gloria, entre Zapote y San Francisco. Las dos estructuras son antiguas y cuando comenzaron a servir su propósito estaban rodeadas de cafetales. El cambio en el uso de los suelos altera el flujo de las aguas y contribuye a sobrepasar las capacidades de la vieja infraestructura, como sucedió en la autopista General Cañas cuando se derrumbó la alcantarilla por donde fluye el cauce de la quebrada La Guaria.

Al cambio en el uso de los suelos, que limita la capacidad de absorción de la lluvia, se une la falta de mantenimiento y la obstrucción de las alcantarillas por la basura. Ese es el caso de las inundaciones frente al Mall San Pedro, donde la acumulación de raíces de árboles taponeó las viejas alcantarillas y se confabuló con el muro erigido para dividir los carriles de la vía, que funcionó como un dique, quizá por suerte, porque del otro lado hay comercios construidos a bajo nivel.

En barrio Luján se desborda el río Ocloro y en el barrio chino, en pleno corazón de la capital, la culpa la tiene la quebrada Las Arias. La Pitahaya y el Paseo Colón tampoco escapan a las inundaciones, para no hablar de zonas periféricas. El problema es constante desde hace muchos años y las soluciones son conocidas, pero de la mesa de diseño a la realidad hay una exasperante distancia. Por ejemplo, en el barrio chino es necesario desviar la acequia y en el Paseo Colón hace falta un nuevo colector para aumentar el drenaje. Las necesidades y las soluciones están claras desde hace años. Falta capacidad de ejecución. Esa carencia, unida a la imprevisión y el descuido, termina siendo más costosa que las inversiones requeridas.

El hundimiento de la alcantarilla en la autopista General Cañas fue un ejemplo dramático. Cuatro años antes del suceso que elevó el caos vial hasta los límites de lo insufrible, un particular mandó a hacer, de su bolsillo, un estudio para enviarlo a la Municipalidad de Heredia. El documento previó exactamente lo que sucedería: “La quebrada La Guaria pasa por una tubería bajo la autopista y en cualquier momento se puede hacer un tapón, si se atraviesa un tronco en la alcantarilla, porque no tiene el diámetro adecuado para el caudal de agua que pasa actualmente”. El ayuntamiento herediano remitió el estudio al Consejo Nacional de Vialidad (Conavi), pero no hubo respuesta.

La misma indiferencia explica la acumulación de basura en los ríos y alcantarillas. La falta de cultura cívica de quienes emplean los cauces como basureros al aire libre es el origen del problema, pero las autoridades lo conocen, saben sus consecuencias y tienen la obligación de adoptar elementales medidas de prevención.

El ejemplo más dramático de reacción retardada es el del Hospital de Niños, único centro pediátrico de esas dimensiones en el país. Debajo del edificio pasa la quebrada Lantisco, entubada hace 150 años. En la actualidad, la infraestructura no da abasto para canalizar las aguas y el centro médico se inunda, con riesgo para valiosos equipos además de crear focos de contaminación. El próximo verano, la Municipalidad de San José invertirá ¢100 millones para conectar la acequia con una tubería nueva. Sin embargo, ya pasaron 25 años desde que las aguas invadieron el centro médico con tanta fuerza que varios autos flotaron por el viejo estacionamiento.

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