Los datos son alarmantes y abren una ventana indispensable hacia el panorama del embarazo adolescente, un problema de todos reconocido pero pocas veces ubicado entre las preocupaciones sociales más urgentes. Todos los días hay unos 34 partos de madres cuyas edades van de los 12 a los 17 años. Representan el 13% de los alumbramientos totales en el país.
En el 2014, último año analizado a partir de los datos recopilados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos, las madres adolescentes, menores de 19 años, tuvieron 12.508 hijos. Muchas de ellas, como es de esperar, viven en zonas económicamente deprimidas, tienen baja escolaridad y escasas oportunidades de mejorarla, especialmente después del nacimiento de sus hijos.
La violencia doméstica es parte de la experiencia de muchas de ellas y, en ocasiones, las relaciones abusivas son causa del embarazo. El 12% de las madres con edades entre 12 y 19 años no reveló la identidad del padre y el porcentaje crece al 30% entre las menores de 14, en cuyo caso los padres podrían ser objeto de persecución penal.
En esas condiciones, las jóvenes madres y sus hijos corren el riesgo de perpetuar ciclos de pobreza y marginación a lo largo de generaciones. Es preciso mejorar las políticas destinadas a evitar el embarazo adolescente, pero también urgen programas focalizados para asistir a las jóvenes madres.
La educación sexual es un recurso debatido durante demasiado tiempo en el país. Los avances obtenidos son importantes, sobre todo en relación con el atraso del cual venimos. La urgencia de extenderla apenas puede ponerse en duda cuando se consideran las estadísticas, no solo de los nacimientos, sino también de los abortos.
El 30% de las jóvenes madres del 2014 ya había dado a luz con anterioridad. En algunos casos, enfrentaban su tercera o cuarta gestación. Entre las 12.508 jovencitas, 705 dijeron haber sufrido un aborto y 45 de ellas habían pasado por dos interrupciones del embarazo. En la mayoría de los casos, los abortos fueron espontáneos porque la juventud de las madres excluye las condiciones biológicas idóneas para la retención y desarrollo del feto. Cuando los jóvenes organismos lo logran, la posibilidad de nacimientos prematuros, con poco peso o malformaciones, es grande. También el peligro de enfermedad para la madre e incluso de muerte en el parto.
Paula Antezana, del Fondo de Población de la Naciones Unidas, insiste en la necesidad de invertir en educación sexual, difusión de conocimientos sobre métodos anticonceptivos, construcción de la autoestima de los adolescentes, desarrollo de relaciones respetuosas, salud y acceso a educación de calidad.
La inversión social en Costa Rica es una de las más importantes, en términos proporcionales, en el continente, pero cabe preguntarse cuántas de las necesidades descritas por la experta están medianamente satisfechas en nuestro país. Mucho se ha hablado sobre la necesidad de aprovechar mejor los recursos, dejar menos de ellos en manos de la burocracia y revisar los programas de asistencia para cumplir mejor los objetivos.
El drama de las madres adolescentes es un motivo más, de cardinal importancia, para emprender la reforma, no con el objeto de gastar menos en los programas sociales, sino de hacerlo mejor. Las jóvenes y sus hijos merecen protección frente a todo tipo de hostilidad y la apertura de oportunidades para salir adelante. Las demás adolescentes deben tener a su alcance la educación y los medios para evitar un embarazo.