Venezuela vive hoy en condiciones económicas y sociales realmente trágicas. No hay otra forma de expresar la debacle en esa nación. La ayer promisoria potencia petrolera, hoy se encuentra reducida a un nivel de vida solo comparable con el de algunos países paupérrimos. Un análisis reciente escogió a Yemen como punto de referencia.
La deplorable realidad venezolana de nuevo ha golpeado a la opinión pública con motivo de la reunión anual del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) celebrada en Perú. En el marco de esa cita se dio a conocer, el martes, un informe del FMI que trajo a la luz la difícil situación, cuyo telón de fondo es una grave recesión que podría causar una caída del PIB del 10% este año, el mayor descenso en el mundo.
Asimismo, la ubicación de Venezuela entre los países más atribulados se sella con una inflación del 159%, la peor del planeta y tildada por los medios como “histórica”. Los augurios no son mejores para el 2016.
El escenario venezolano contrasta incluso con los pronósticos sobre el comportamiento del PIB en otras naciones agobiadas como Grecia (-2,3%), Brasil (-3%) y Rusia (-3,8%). En el caso de Ucrania (-9%), la gravedad se explica por los conflictos bélicos internos y externos.
Por otra parte, el precio que Venezuela recibe por sus exportaciones de petróleo, fuente del 95% de sus ingresos en moneda extranjera, han mermado un 52% este año según estadísticas de la institución bancaria Barclays.
Las circunstancias globales agravan los desaciertos de la conducción económica de Venezuela y el análisis de Barclays afirma no comprender por qué el Gobierno venezolano dejó de reaccionar con medidas para aliviar las distorsiones que destruyen el ingreso de la ciudadanía. El tipo de cambio en el mercado paralelo ha saltado a 792 bolívares por dólar, comparado con el oficial de 6,3 bolívares.
La carestía de productos de primera necesidad incluye severos faltantes de alimentos y medicinas. El único remedio es adquirirlos a altos precios en un mercado paralelo alimentado por el contrabando y otros medios irregulares de aprovisionamiento.
No sobra señalar que el caudal estadístico debe entenderse en el universo real de un régimen autoritario, en constante conflicto con importantes sectores de la población. El pueblo venezolano sufre males que las estadísticas económicas no toman en cuenta, como el cercenamiento de libertades, el debilitamiento del Estado de derecho y la criminalidad, también ubicada entre las más altas del planeta.
El mandatario venezolano Nicolás Maduro posiblemente esté aturdido y paralizado. Las Fuerzas Armadas están contagiadas por la corrupción, y hay sectores militares inquietos por los acontecimientos.
Nadie apuesta por que el Gobierno actuará con transparencia en las elecciones parlamentarias del próximo 6 de diciembre. La opinión prevaleciente es que el resultado será producto de tretas y manipulaciones. De hecho, el proceso ya sufre la distorsión producida por la exclusión de importantes dirigentes opositores, encarcelados o inhabilitados bajo cargos antojadizos y juzgados por tribunales obsecuentes con los intereses de la Administración, como Leopoldo López y María Corina Machado.
Quienes aún mantienen vivas las esperanzas de una iniciativa internacional, posiblemente hayan olvidado las dificultades para conseguir que la OEA y otros organismos regionales pongan freno a los excesos de Caracas. Sin embargo, los verdaderos protagonistas de las próximas elecciones, los ciudadanos votantes, quizás nos asombren con su persistencia y unidad ante la desoladora situación del país.