Es curioso constatar cómo el medio incide en el comportamiento de la gente. Siempre me sorprende ver cómo se comportan los latinos en Estados Unidos o en Europa. Rapidito se alinean y respetan las filas y a nadie se le ocurre siquiera parquear su carrito en la vereda, intentar tomar un bus fuera de la parada, adelantar por la derecha o cruzar el casco urbano a más de 35 kilómetros por hora. Recuerdo haber recibido una multa, en Florida, por exceso de velocidad, temeroso yo de perder el avión… y no era una escena de película, la imagen del motorizado en mi retrovisor. Tuve que pagar desde Costa Rica el centenar de dólares y, aunque dolió, aprendí.
A la inversa, interesante resulta confrontar cómo muchos gringos, por ejemplo en Costa Rica, prontamente se adaptan a la ley de la selva, el más fuerte, el “vivo”. Aquel insolente, con placa todavía de California, que ayer no más, primero me quitó la visibilidad y después me arrinconó para ganar él la pasada. El otro, después de años de vivir aquí y ver que el egoísmo campea, volvió a parquear sin fijarse ni en líneas trazadas ni en posibilidad de estacionar para el próximo prójimo… Este ciudadano de Roma que, todo orgulloso y con evidente riesgo, dio una vuelta en “U”, cosa que ni por asomo se atrevería hacer cerca de su Coliseo. Este yanqui que, con cara de inocente, espera a la señora en plena curva y línea amarilla: es que campea la arbitrariedad.
Aplicación de lo aprendido. Por eso, el problema de la educación no es solo cuestión de presupuesto. Importa, además y entre otros, el medio, el contexto, como coeducador, ya no tanto en acumulación de conocimiento, sino en aplicación, aunque sea represiva, de lo aprendido. No es que la gente en EE. UU. o Europa sea más responsable o más civilizada: es que allí existe lo que en mi tierra llaman “el miedo al gendarme” y, con la ayuda además de 30.000 cámaras escondidas como florecen en Flandes, no hay escapatoria. Leo con espanto que en Costa Rica hay menos de 800 oficiales de tránsito, que se tienen que encargar, en tres turnos, y están a cargo de cuanto accidente ocurre… y, además, con agrado uno ve que agilizan el paso vehicular en las intersecciones muy transitadas de la Gran Área Metropolitana.
Lo que acabo de ejemplificar únicamente con casos referentes al código de la circulación (un sistema que no conoce nacionalidad), es válido también para otras esferas de educarnos entre todos. Una cosa es lo aprendido, otra, lo obligado por la presión social y una tercera, si hace falta, la sanción. Pero en Costa Rica la educación es parte del problema, la presión social es hacia el relajo y con la ausencia de autoridades campea la impunidad. No hay código que valga si prevalece el chancecito, la trompita del poquito atrevido y la abierta brutalidad de los vivazos.