Muy bien lograda la crítica de Víctor J. Flury acerca de la película El abogado del diablo, que se exhibe por estos días en el cine. Encuentro el comentario ceñido a lo que cabe esperar de una seria reflexión, unida a un excelente conocimiento cinematográfico y asociaciones apropiadas que se remontan bastante en el pasado. En efecto: se trata de "un filme de notoria calidad, atractivo y alarmante a la vez". (La Nación, 14 de marzo, Sección Viva, página 18).
Si los diálogos de esta película se siguen con atención, entonces pueden hallarse reflexiones sutiles, que se relacionan con situaciones éticas cruciales: el uso del libre albedrío, el sentimiento de culpa, los escrúpulos, las pasiones encontradas, el bien, el mal. Y con asuntos tales como el sentido de la existencia humana, los actos de Dios y del Diablo, la situación de la humanidad en un mundo cuya exigencia y crueldad pueden complicarse o disminuirse por las acciones del hombre. Por ejemplo: cuando el abogado y su jefe dialogan respecto a las disposiciones de Dios, se da una interesante discusión teológica basada en la afirmación de Albert Einstein: "Dios no juega a los dados".
Paralelismo con Jesucristo. Además de las múltiples relaciones que Víctor J. Flury apunta en su comentario, es posible establecer un paralelismo entre las tentaciones que enfrentó Jesucristo en el desierto, con las que acosan al abogado. En la azotea del rascacielos, se cumple la fina puesta de condiciones que sagazmente discurre Satanás --"Yo solamente preparo el escenario"-- dice. De su lengua doble salen advertencias acerca de las consecuencias de las decisiones humanas, y aún consejos acerca de una recta conducta. De paso, nombra algunas de sus huestes: por ejemplo, el grupo G-7, cliente de su corporación. Por lo demás, Satán cobra mil formas: empresario, traficante, magnate, periodista, dueño de una consultoría jurídica, profesor. Hijo también de Dios, se asume padre del hombre en la humana propensión al mal.
La película interesa no sólo por la magnífica actuación de Al Pacino. Keanu Reeves se ajusta al papel de un simple mortal, profesionalmente notable que tiene que enfrentarse continuamente a una fuerza descomunal, seductora hasta en lo ínfimo, que apela con gran astucia a los pecados capitales, especialmente a la "soberbia", el pecado capital preferido por el Demonio en esta versión en castellano la palabra "soberbia" tiene más fuerza semántica que "vanity", usada en el texto inglés y traducida por "vanidad"-. El papel de la mujer queda establecido en el trasfondo de las diversas situaciones, representado muy bien por la esposa del abogado, quien es buena de corazón pero que se encuentra igualmente asediada hasta la enfermedad; y por la atracción fatal que ejercen sobre aquel una colega y su propia hermanastra. Aun la madre del abogado se relega a sí misma a la paz de un pueblecito del Sur, alejado de la nueva Babilonia.
Guía de los críticos. Uno sabe aproximadamente a qué atenerse cuando asiste al cine. Si busca la emoción de la aventura, la catarsis de las pasiones, el humor, la profundidad de los temas, la ciencia-ficción, puede muy bien encontrar lo que busca. El cine -llamado con razón "arte de nuestro siglo"-, cuenta con ingentes recursos para proporcionar algo más que logros netamente comerciales. No entro a enumerar ejemplos, porque en este asunto creo que la cultura cinematográfica costarricense se basta cumplidamente. Por lo mismo, la guía de los críticos resulta muy importante para que esta cultura mantenga un criterio sólido. Yo tiendo a creer lo que veo en la pantalla y luego reflexiono un poco en los contenidos simbólicos y las intenciones artísticas posibles, sin buscar tres pies al gato. Por esto, me agrada cuando encuentro coincidencia o disidencia respecto a mis sencillas valoraciones personales.