La creencia era que cada niño venía con un bollo de pan bajo el brazo. Por lo menos eso era lo que se decía. Esa premisa alimentaria –que guió por décadas el comportamiento de las familias y naciones que no conocían la ley de la siembra y la cosecha–, esa premisa, que también afirmaba que donde comen dos comen tres, resultó falsa y fatal.
Las naciones latinoamericanas hoy están sumidas, desde Tijuana hasta la Patagonia, en un infernal círculo de violencia porque en los últimos 50 años las familias tuvieron más, muchos más hijos de los que podían alimentar y educar bien. No fue cierto que cada niño viniera con un bollo de pan bajo el brazo, y menos con un libro. Actualmente millones de jóvenes deambulan por las calles y los campos de Latinoamérica en busca de empleos escasos y mal pagados que no existen. Así las cosas, no por gusto, más por necesidad y brutal destino, terminan cayendo en la prostitución, el crimen y los vicios.
Hasta la Patagonia. Leemos que la criminalidad no da tregua a los habitantes en México. ¡Podía no! ¿Y cómo es que no previeron esto hace 20 años, cuando nacían, igual que ahora, millones de niños en la más abyecta pobreza? Esa gran nación sencillamente no puede dar trabajo a los millones de jóvenes que nacieron en los últimos 30 años y por eso no puede sino mandarlos al norte, a que se la jueguen como puedan. Y ni qué hablar de Guatemala o El Salvador. Esta última nación se encuentra hundida en la criminalidad al punto de no saber qué hacer. Necesitarían construir decenas de cárceles en todo el territorio nacional para albergar a los mareros. Esto solucionaría la crisis por unos pocos meses, mientras miles de reservistas cumplen 14 ó 15 años y entran, para no salir, en el negro abismo del crimen y la marginalidad. Y así, hasta la Patagonia.
El tema de la población con todas sus implicaciones no ha sido tratado con la importancia que merece. Las naciones desarrolladas entraron en el crecimiento de reemplazo hace varias décadas. Las naciones pobres, como la nuestra, mientras tanto, seguían creciendo esquizofrénicamente. Costa Rica creció un 1.000 % desde 1927 hasta ahora. Décadas de inacción están ahora pasando la factura: las naciones pobres no pueden dar trabajo a sus millones de jóvenes, y las naciones ricas están sometidas a una creciente inmigración que les produce gran desasosiego.
España no sabe qué hacer con los miles de africanos y asiáticos que arriban a las Canarias cada semana. Las naciones ricas se defienden a punta de muros y deportaciones, y las pobres se sumen en la incivilidad generada por el crimen y la pobreza. Y mientras la natalidad sigue disparada, nuestros gobiernos no actúan con responsabilidad. En Costa Rica todavía no tenemos guías sexuales para reducir los 14.200 embarazos anuales en adolescentes. El ministro Garnier está frenado; de las buenas intenciones no pasa.
Descuido y egoísmo. Las naciones ricas, en vez de apoyar guerras inútiles como la de Iraq o el Líbano, deberían sembrar de escuelas, talleres y preservativos los vastos y pobres campos del Tercer Mundo. Pero no, la población es un tema muy sensible y es mejor dejarlo quieto, no sea que los religiosos se agiten. Y así, en medio de la inacción por descuido o egoísmo, se van minando la civilidad, la naturaleza y el progreso. El mundo está sobrepoblado; esta es una verdad evidente. El problema no es dar de comer a los 6.200 millones de habitantes. Ese no es el problema.
El problema es que cada ser humano es un consumidor de bienes escasos y un productor de deshechos no reciclables. Se acaba el agua, se reducen las tierras fértiles, se contamina el aire, crecen las ciudades, desaparecen los bosques, se ensucian los ríos, se extinguen las especies, se derriten los glaciares y se sobrecalienta la atmósfera. ¿Qué más queremos?
Nunca fue cierto que cada niño viniera con un bollo de pan bajo el brazo, y menos con un título que lo llevara a un trabajo y vida dignos. Eso ya lo sabemos. Ahora debemos pasar a los hechos: guías sexuales, píldora del día después, resolución de las listas para salpingectomías y vasectomías, preservativos y anticonceptivos en los colegios y todas las facilidades del caso para la planificación familiar. Todavía el 40 % de los embarazos (29.000 anuales) son no deseados. Esta nación bendita, de puertas abiertas, o reduce su crecimiento poblacional y cuida las fronteras, o se verá abocada en el futuro próximo a problemas inmanejables producto de la sobrepoblación.