Phillip Zimbardo, sicólogo de la Universidad de Stanford, llevó a cabo tres décadas atrás el siguiente experimento: Estacionó dos carros idénticos, uno en un barrio de clase alta, en Palo Alto, y otro en una barriada popular del Bronx. A este último le había quitado las placas y lo dejó a propósito con la joroba abierta. Nadie tocó el carro en Palo Alto durante toda la semana de la prueba. Al carro del Bronx lo desmantelaron en un día. Lo más interesante del experimento vino a continuación. Zimbardo rompió una de las ventanas del carro en Palo Alto y lo dejo solo nuevamente ¡En cuestión de horas este carro también fue saqueado! Moraleja: el desorden invita al desorden; una pequeña desviación de la norma bien puede originar una avalancha de vandalismo.
Estamos tan acostumbrados a buscar las causas de los fenómenos sociales en condiciones materiales objetivas que se nos olvida que muchos comportamientos sociales tienen un origen quizás más prosaico, pero tanto o más importante que la economía o las acciones del Gobierno. Me refiero al contagio de ideas o la difusión por interacción social. La enorme influencia del materialismo histórico en el pensamiento del siglo XX nos acostumbró a buscar casi en forma refleja explicaciones estructurales del tipo: las elecciones se ganan o se pierden por la situación económica; la delincuencia aumenta por culpa de la pobreza; la gente emigra porque no hay trabajo: o la mortalidad infantil disminuye gracias al desarrollo. Estas explicaciones pueden ser válidas, pero a menudo no cuentan toda la historia.
Contagio de ideas. Hace ya bastante años demostré, en mi disertación doctoral, que una de las mayores transformaciones ocurridas en Costa Rica, la adopción de la planificación familiar y de la norma de familia pequeña, solo podía entenderse como un proceso de difusión de innovaciones o contagio de ideas. Las explicaciones tradicionales de tipo estructural, y las centradas en el gobierno no eran suficientes para entender por qué o cómo un grupo tan improbable como piadosas amas de casa, con poca educación y de las zonas rurales, abrazaron tan fácil y mayoritariamente la planificación familiar.
En otro contexto, la espectacular caída en todo tipo de crímenes observada en ciudades como Nueva York en la última década, solo puede entenderse a cabalidad como un fenómeno de contagio de ideas y comportamientos, y no como producto exclusivo de la situación económica o la represión policial. El flamante libro The Tipping Point, de Malcom Galdwell (Little, Brown and Company, 2000) documenta bien este fenómeno y otros de contagio de ideas. El programa de "cero tolerancia" del alcalde de Nueva York para, por ejemplo, erradicar los limosneros del Metro y combatir otras contravenciones menores, se basó en el principio de la ventana rota y contribuyó a reducir delitos mayores en un proceso de difusión o contagio.
Generaciones enteras. El comportamiento de los adolescentes es una de las áreas que mejor ejemplifican los procesos de contagio y difusión. Las muchachas y muchachos no vírgenes literalmente contagian de sexo a las y los vírgenes en el mismo grupo. Unos pocos muchachos mal portados en el colegio o en el barrio pueden echar a perder a generaciones enteras de muchachos buenos.
El efecto de la ventana rota probablemente también está en la raíz de importantes fenómenos sociales que está viviendo Costa Rica. Por ejemplo, los carros sin placas, la copiadera en los exámenes, brincarse los altos, la quiebra del Banco Anglo, el saqueo de Fodesaf y otros hechos, grandes y pequeños, son focos de contagio para la epidemia de delincuencia y corrupción que vive país. El combate de esta epidemia bien podría contemplar la reparación de ventanillas y ventanales rotos.
¿Ley o descontento? Con respecto a las recientes protestas callejeras es apropiado cuestionarse si su origen está exclusivamente en un proyecto de ley controversial o en el descontento ciudadano, o si también tienen elementos de una epidemia transmitida por contagio. Actos públicos que se remontan a la participación de diputados en el cierre de la vía a Caldera el año pasado son ejemplo de "ventanas rotas" que han precipitado los acontecimientos. Claro que la existencia de un foco de contagio es solo uno de los muchos elementos que determinan una epidemia. Otros son, por ejemplo, el tamaño del reservorio de personas susceptibles al contagio, el desarrollo de inmunidad en la población, las características del agente infeccioso y sus mecanismos de transmisión. Un epidemiólogo competente puede modelar con estos y otros elementos el alcance y duración de una epidemia. Métodos epidemiológicos bien podrían adaptarse también para analizar la naturaleza de las protestas recientes, así como su posible desenlace y consecuencias.