Opinión

El escenario reformista

Faltan liderazgos que actúen inspirados en una estrategia transpartidaria de desarrollo nacional

EscucharEscuchar

En la sociedad costarricense ha predominado el reformismo político y social, que puede definirse como la corriente histórica cuyo objetivo es mejorar el sistema de mercado combinándolo con un orden jurídico democrático liberal y un conjunto de instituciones sociales tendiente a redistribuir el acceso a los bienes de la educación, la salud, la seguridad y el crecimiento económico. Junto a la corriente reformista, interactuando con ella, se sitúan la opción conservadora y la izquierda. La primera propicia el desarrollo del sistema de mercado con el mayor grado de pureza posible, mientras la segunda busca sustituirlo por un orden social planificado desde el Estado.

Estas diversas tendencias, de 1940 a 1950, crearon alianzas entre ellas que, por diversas razones, se debilitaron hasta desaparecer.

El impacto de la reforma social realizada entre 1940 y 1944, la guerra civil de 1948 y los contenidos de la Constitución Política de 1949 condujeron a una situación peculiar y decisiva: ninguno de los principales movimientos enfrentados en el transcurso de los años 40 alcanzó un poder suficiente como para anular al otro. Esto se tradujo en una neutralización recíproca que derivó, hacia principios de los 80, en un sistema bipartidista, transformando al conservatismo y a la izquierda en grupos de presión minoritarios y subordinados al núcleo reformista dominante.

Corrosiva distorsión. Entre 1978 y 1994, el fenómeno referido evolucionó hacia una ambiciosa síntesis de liberalismo económico, liberalismo político, democracia social y humanismo cristiano.

No obstante lo positivo de ese esfuerzo, en el interior de la vida nacional venía creciendo, desde 1940, una corrosiva distorsión que amenazaba, deformaba y manipulaba hasta extremos críticos a la sociedad: la historia subterránea de interacciones personales, políticas y sociales, a partir de las cuales adquirían vida feudos de poder y estructuras feudales desde donde se usaba al Estado y a la sociedad civil (aún se los usa) como disfraz para satisfacer narcisismos, egolatrías y desequilibradas ambiciones.

El reformismo se transformó, en tales condiciones, en una simple mascarada de ideas y organizaciones que disimulaba las consecuencias de esta historia no oficial del poder, subyacente a la historia oficial y correlacionada con ella, mientras que en el Estado y en el resto de la sociedad se instaló la más completa incapacidad de diferenciar el bien común del bien individual y de correlacionarlos de modo racional y equilibrado.

La crisis del reformismo es, en esta hipótesis, una crisis moral cuyo efecto inmediato es la decadencia intelectual de la elite dirigente.

Pretender, en tal tesitura, revertir el subdesarrollo mental, pero dejando intacta la debilidad ética apuntada, constituye una simple coartada destinada a perpetuar los mitos y los feudos generados por aquella historia subterránea del poder en la sombra.

Éxito condicionado. En el fondo, más allá de los nublados del día, las opciones esenciales son pocas: una, actuar como si nada hubiese pasado, en cuyo caso la mascarada continuará con su secuela de creciente parálisis y violencia; otra, interiorizar la culpabilidad moral inherente al reformismo histórico, al tiempo que se construye un neorreformismo pertinente a los tiempos de la planetarización, lo que requiere actores y liderazgos que actúen con sentido nacional, inspirados en una estrategia transpartidaria de desarrollo. Su éxito depende de la hondura moral y la excelencia intelectual de quienes asuman la responsabilidad de propiciar alianzas y tomar decisiones.

Siempre existirán mezquindades, egolatrías, narcisismos, servilismos y oportunismos; lo decisivo es que tales rasgos no controlen el poder.

En beneficio de la transparencia y para evitar distorsiones del debate público por medios informáticos o aprovechando el anonimato, la sección de comentarios está reservada para nuestros suscriptores para comentar sobre el contenido de los artículos, no sobre los autores. El nombre completo y número de cédula del suscriptor aparecerá automáticamente con el comentario.