El grupo de investigadores dirigido por el profesor de zoología de la Universidad de Múnich Svante Paabo, primero que extrajo y clonó el ADN de los neandertales, nos deslumbra de nuevo con otra noticia científica sensacional: ha terminado de reconstruir el genoma de esta especie hermana nuestra, extinguida hace teinta mil años.
El Dr. George Church, un distinguido investigador de la escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, anunció el 12 de febrero, coincidiendo con el 200 aniversario de Charles Darwin, que ahora podría devolverle la vida a ese hermano nuestro, empleando solo técnicas ya existentes, si encontrara a alguien que le sufrague los gastos, unos 30 millones de dólares estadounidenses.
Problemas éticos. Como filósofo, me interesa el tema, que plantea problemas éticos inéditos. Decididamente, no se usaría una célula humana como receptora; la opción es que sea la de un chimpancé. ¿Consideraríamos el ser así engendrado como mono superdotado o humano irregular? ¿Se podría eliminar después de estudiarlo o habría que mantenerlo respetuosamente como invitado hasta su muerte natural? Y, si se decidiera crear una pareja, ¿deberíamos considerar a sus descendientes con iguales derechos que nosotros, o más bien declararlos sempiternamente esclavos, prevaricando de todos los principios humanistas que hemos pulido a través de muchos siglos, cuando no era posible distinguir entre “ género humano” y “ especie humana”?
Por algún tiempo se creyó que los neandertales eran antecesores nuestros. Hoy se sabe que no fue así. La forma del cráneo, las medidas de los huesos y la edad de los fósiles indican que los europeos no evolucionaron de los neandertales sino de la población que los remplazó, el hombre de Cromañón. La línea de separación entre los dos linajes se sitúa alrededor de 600.000 años atrás. Neandertal habitó desde Gales hasta Gibraltar y desde Moscú hasta Uzbekistán. Fósiles encontrados en Kebara, Qafzeh y Skhul prueban que Homo neanderthalensis coexistió con Homo sapiens sapiens en Cercano Oriente, hace entre 90.000 y 40.000 años.
Semblanza aproximativa. Intentemos una semblanza de nuestros hermanos, comparándolos con nosotros. Tenían un cerebro más grande para un cuerpo más pequeño, de donde es razonable concluir que su capacidad intelectual era superior, o por lo menos igual, a la nuestra. De cuerpo sólido y con huesos gruesos, estaban completamente adaptados al frío, a diferencia de nosotros, recientes emigrantes del África.
Los científicos presumen que eran menos sociables y parlanchines. Sus familias nucleares serían muy unidas, pero sus redes de apoyo más allá de la familia inmediata habrían sido más bien débiles. Tenían mucho menos movilidad dentro del ambiente, rasgo que les resultaría fatal: su vida sedentaria y aislada les negaría los anticuerpos para resistir las enfermedades que contraerían al entrar en contacto con nosotros y que los diezmaría hasta extinguirlos totalmente.
Por lo demás, cromañones y neandertales habrían tenido muchos rasgos en común: cerebros grandes, postura erecta, infancia larga, hábito de comer carne, posesión del fuego, capacidad para construir herramientas y hablar, culto a los muertos, y hasta sensibilidad artística (se les encontró una flauta, aunque ninguna pintura). Examinando su cerebro, algunos investigadores concluyen que nuestro hermano tenía capacidad visual mayor (lóbulo occipital amplio), pero menor para el planeamiento (lóbulo frontal reducido). Habría sido mejor observador que estratega, más trabajador que explorador y para nada comerciante (nunca construyó embarcaciones).
Homo neanderthalensis y Homo sapiens compartieron un mismo nivel de desarrollo tecnológico. Deben de haber intercambiado cultura al compartir largo tiempo el Cercano Oriente; pero, por tratarse de especies distintas, sus eventuales relaciones sexuales habrían resultado estériles.