No sabía si reír o llorar por lo que decía la pancarta que sostenía ese señor en pleno bloqueo. Era algo así como: "Ser taxista ya no da ni para comer", aunque, al señor, precisamente, no se le veía en los huesos.
No solo por eso es increíble el texto de su pancarta, sino porque todos los días algunos taxistas se dan el lujo de decidir si dan el servicio o no a un usuario. Todo depende del rumbo que lleven.
Hace dos semanas, por ejemplo, en el Paseo Colón, dos, uno detrás de otro, se negaron a llevarme pues el primero iba en dirección contraria a la mía y el segundo ya terminaba de trabajar.
Es cierto, hay excepciones y taxistas de taxistas, pero casos particulares, como este, me dicen que son necesarias más unidades en San José, y si hay 4.500 "piratas" es porque existe una demanda insatisfecha.
Así, eso de que un taxi no da para comer es cuento. Lo que sí puede pasar es que muchos taxistas sean simples choferes sobreexplotados por el "patrón", porque esa es la parte oscura de este negocio: que un "patrón" es dueño-administrador de varios taxis a la vez. ¿Cómo? Así se mueven las cosas en este país.
Lo peor es que cada gobierno se hace de la vista gorda ante esta injusticia pues, precisamente, reparte las concesiones entre sus amigotes, los que nunca se atreverán a ruletear.
Ahora, que está por abrirse el proceso para nuevas placas de taxi, es urgente que haya transparencia, y qué mejor que un grupo de ciudadanos u organizaciones civiles, así como la Defensoría de los Habitantes, sean llamados a fiscalizar para que, preferiblemente, quien obtenga una licencia vaya a ser el chofer y no el administrador. Para que todos puedan participar en igualdad de condiciones.