IItinerario . Karl Marx murió el 14 de marzo de 1883, a la edad de 65 años. En el transcurso de su vida pública pueden distinguirse cuatro etapas: Período no marxista (1837-1844), transición al marxismo (1845), formación del marxismo (1845-1867) y finalmente, consolidación y desarrollo de los resultados alcanzados en la fase anterior (1867-1883).
II. Reacción crítica. No obstante los méritos que pueden descubrirse en cada una de estas etapas, las insuficiencias de lo escrito por el profeta de Tréveris eran notorias hacia finales del siglo XIX –Marx nacio en Tréveris, ciudad de la Prusia renana, el 5 de mayo de 1818–. Eugen von Böhm-Bawerk (1851-1914), en “Capital e interés”, volumen I (1884) y en “La conclusión del sistema marxista” (1898), cuestionó el pensamiento de Marx, sin que nadie, del círculo de este, lograra responder a la crítica. Rudolf Hilferding (1877-1941), quien pronto formularía tesis distintas a las de Marx, intento, sin éxito, defenderlo. El socialista Otto Bauer (1881-1938), quien asistió junto al liberal Ludwig von Mises (1881-1973) y Hilferding, a un seminario impartido por Böhm-Bawerk, le confesó a Mises que Hilferding no entendió los argumentos de Böhm-Bawerk.
El episodio anterior es parte de un análisis crítico mayor que demostró la debilidad de los planteamientos de Marx. Así, por ejemplo, las deliberaciones de una comisión de teólogos sobre las aplicaciones de la moral en el terreno económico, que tuvieron lugar en Roma de 1881 a 1883, y las reflexiones de Wilhelm Emmanuel von Ketteler (1811-1877) y Heinrich Pesch (1854-1926), sobre la situación social y económica de los obreros, confluyeron en la encíclica “Rerum novarum” (15/05/1891), donde se realiza una fuerte crítica a las tesis de Marx. Los socialistas Karl Kausky (1857-1938), Hilferding y, sobre todo, Eduard Bernstein (1850-1932), al comprobar el carácter inconcluso del sistema de Marx, se alejaron de lo planteado por él, mientras Ludwing von Mises, en un artículo publicado en 1920 sobre el cálculo económico, amplió la crítica liberal de Böhm-Bawerk.
Los hechos referidos evidencian que entre 1881 y 1920 las teorías de “El capital” fueron sometidas a estudios críticos de liberales, socialistas y seguidores del pensamiento social de origen cristiano, todos los cuales demostraron, por distintas vías, lo que el profeta de Tréveris apenas vislumbró la capacidad de autocorrección evolutiva de las sociedades capitalistas. La cabal comprensión de este fenómeno, origen de las transformaciones del capitalismo hasta el neocapitalismo global contemporáneo, correspondió a quienes no compartían las ideas de Marx. El propio Marx se percató de las insuficiencias de su esfuerzo investigativo, menospreció, en 1859, varios de sus libros y tres años antes de su muerte, consultado sobre la publicación de sus obras completas, respondió: “Primero habría que escribirlas”. Muchos de sus correligionarios arribaron a una conclusión que coincidía con la de los críticos liberales y socialistas: el pensamiento de Marx se parece “…a una novela de misterio que termina antes de que se descifre el enigma…” (Martín Nicolaus).
III. Encubrimiento. No obstante lo anterior, la obra de Marx se tradujo en movimientos políticos dictatoriales. Surgió, en ese contexto, el leninismo, y en Rusia se consolido un régimen que presento su pensamiento como algo certero y acabado. Así se construyó un deliberado silencio respecto a las ideas de quienes entre 1881 y 1920 demostraron los vacíos teóricos y prácticos de lo que Marx propuso. Esta conspiración del silencio se extendió a muchos otros, cuyas tesis y conclusiones diferían de las sustentadas por el autor de “Las teorías sobre la plusvalía”.
IV. Impacto en América Latina. Sobre la base de esta invisibilización, se fraguó una deformación pedagógica que pretendió impedir la relación con tradiciones de investigación distintas a las influenciadas por quienes habían tomado el poder en Rusia. Este es el origen del sectarismo de una pequeña parte de la intelectualidad latinoamericana, que se formó y aún se forma, a partir del encubrimiento referido. La actividad de estos intelectuales, que sería mejor denominar ilustrados unilaterales, es una proyección de sus preferencias políticas, consideradas por ellos como las únicas verdaderas. Octavio Paz se atrevió a decir: “…nuestros intelectuales son el gran fracaso de América Latina…”, idea equivocada en su generalización, pero acertada respecto a quienes miran la realidad desde un ángulo de visión que excluye a todos los demás. Algún día se evaluarán los estragos formativos que los ilustrados unilaterales han provocado en los sistemas educativos.
VI. Tres equívocos. Volvamos a Marx. Al contrastar el sistema de mercado con el modelo ideal de una organización social planificada, el autor de “El capital” sostuvo tres tesis equivocadas que determinan las insuficiencias del conjunto de sus teorías: primera, es necesario centralizar los conocimientos, segunda, el trabajo es una mercancía especial que actúa como fuente exclusiva del valor de las mercancías y, tercera, el ser humano es un conjunto de relaciones sociales, no hay trascendencia. La primera idea es imposible de realizar dado que los conocimientos están descentralizados, son diversos, dinámicos y evolutivos, y dependen de cientos de millones de personas y experiencias; la segunda olvida que en el proceso de formación del valor de las mercancías intervienen otros factores tales como el tiempo, la escasez, la utilidad, la apreciación subjetiva de las personas y la subjetividad de estas; la tercera desconoce que la persona trasciende las relaciones sociales, es autónoma respecto a las sociedades en las que vive, por eso puede cambiarlas. La historia no es, como creía Marx, un universo cerrado donde el ser humano “gime” al lamer sus opresiones, sino el lugar donde supera sus límites.
VII. El despotismo latinoamericano. Obsérvese que los tres equívocos referidos están presentes en el neoestatismo despótico latinoamericano, independientemente de que apele o no a Marx, de ahí su lenguaje antiempresarial, confrontativo, la disposición a sacrificar personas en el altar de su proyecto redentor, la creencia, rebatida por los hechos, de que al estatizar la propiedad los trabajadores se convierten en dueños de la riqueza y su completa insensibilidad para comprender los temas de la productividad, el trabajo, el ahorro, la cultura emprendedora, la presencia positiva del estado y la competitividad. El comportamiento político de estos despotis-mos equivale a lo que Marx afirmó en el invierno de 1846-47: “Luchar o morir; la lucha sangrienta o la nada. Es el dilema inexorable” El parecido con lo que algunos proclaman en la Costa Rica contemporánea no es casualidad.
VIII. Legado. ¿Cuál es el legado de la obra de Marx? ¿Existe alguno? Sí y no. Sí, en tanto las sociedades contemporáneas han incorporado o lo pueden hacer, algunas de sus ideas. No, por cuanto la parte medular de sus teorías pertenece a la prehistoria del capitalismo contemporáneo. Marx fue un creador intelectual extraordinario, brillante y genial, pero sus ideas se convirtieron en fuente de idolatrías políticas e incontables falacias. El balance, luego de 124 años de su muerte, no puede ser más diáfano: La vida es mucho más que las ideas alumbradas por su cerebro.