Catalina Murillo, periodista y guionista de televisión, después de diez años de “exilio voluntario” en Madrid, regresa al país y, no obstante encontrarlo todo tan cambiado, decide volver (La Nación , 12/2/07). Triunfó en España y apenas podía se iba para Galicia, cuya vegetación se parece a la de Coronado: verde y húmeda, casi sedosa. ¿Nostalgia?
Se graduó en la Universidad de Costa Rica y amplió sus estudios en la escuela de Gabriel García Márquez en Cuba. Ha escrito dos libros:Largo domingo cubano yMarzo todopoderoso . Pese a las enormes diferencias entre España y Costa Rica, volvió para quedarse. Ya más madura, de seguro sopesó la realidad: nadie se exilia de sí mismo, porque –como se dice– la procesión va por dentro. Adentrarse en ella (en la persona), descubrirse y aceptarse tal cual uno es, resulta un básico acto de inteligencia, honradez y valentía. Romano Guardini tiene un libro que me lo recuerda:La aceptación de sí mismo .
De altos quilates. Es hija de una de las cabezas próceres de la Costa Rica de los últimos tiempos: Roberto Murillo Zamora, filósofo de altos quilates, amplia cultura y gran sentido del humor, y de Ángela Valverde Marín, filóloga de acendrada inteligencia espiritual, amigos nuestros muy queridos. Roberto murió en 1994, a los 55 años.
La vida está llena de recuerdos, envueltos de nostalgia y a veces de lágrimas. Damaris, mi esposa, y yo, bajo la sombra de un añoso árbol de roble y unas bancas de cemento, fundamos el “Rincón Machadiano”, y lo bautizamos así por Roberto, gran admirador del poeta Antonio Machado. Entre copas de vino y quesos departíamos felices su poesía, tomada del libro que Julio Rodríguez les regaló cuando se casaron. Nos lo dejaron como contribución suya al Rincón. Para escribir estas líneas estuve allí sentado, y también cerca del río, que pasa y no pasa, en el mismo lugar donde alguna vez hicimos un almuerzo. Los árboles crecieron y ahora está cubierto de una alfombra de hojas secas donde en sol guarda sus luces.
Sembradores de paz. Mucha gente debe regresar, pero en este caso solo regresan los recuerdos. Ciertamente, mucha gente debe regresar, y no lo hace, prefiere quedarse anclada en el pasado, viendo transcurrir la vida, sin dar frutos y tal vez criticándolo todo, descomponiendo las cosas al analizarlas, mas sin recomponerlas, como hace el buen relojero, y matando la esperanza, sembrando pesimismo y negándose a ser “sembradores de paz y alegría”. Les puede tomar la muerte con las manos vacías. Qué fracaso sería pasar por la existencia sin dejar huella y morir sin esa ancla que nos ate a la eternidad, tan cierta y en ocasiones tan olvidada.
Por eso me alegra el retorno de Catalina, porque el regreso de un “exilio voluntario” puede encender muchos puntos de luz sobre un país deseoso de recuperar a sus hijos. Y Catalina puede recoger la valiosa y bella pluma que dejó su padre.