La primera ronda electoral dejó duras enseñanzas, dudas existenciales y un gran reto para la segunda vuelta.
¿Cambiará la cultura política de los partidos tradicionales, encuestadoras, agencias publicitarias, medios de comunicación, redes sociales y demás actores de la democracia? Muchos deberán realizar un sincero examen de conciencia.
Todos los partidos, candidatos, periodistas, analistas, comentaristas y programas de gobierno insistían en los viejos temas tradicionales: empleo, pobreza, distribución, crecimiento, déficit fiscal… pero ninguno fue la piedra filosofal. En vano, trataron think tanks y rectores de debates de imponer sus propias agendas de discusión para forzar un compromiso de los candidatos, pero la política no es así. Es muy ingenuo confundir el “ser” con el “deber ser”; o hacer campaña con gobernar. Son animales distintos.
En cada campaña electoral –lo dije en varias columnas– siempre hay algo nuevo y esencial, capaz de mover al electorado. Adivinarlo no es fácil; posicionarse a tiempo es aún más difícil. El tema mágico nunca figura en la acartonada lista de promesas de campaña. La infidelidad a las marcas políticas es más común hoy día y, con eso, tendrán que aprender a vivir los partidos. Algunas marcas añejas generan desconfianza (Juan Diego se encargó de desnudarlas a fuerza de filazos). Los no matriculados son los más y un candidato fresco puede ser más relevante que vivir de glorias o ideologías pasadas.
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La familia socialcristiana es un caso patético. Se enzarzó en punzantes luchas intestinas cuando sus partidos marcaban apenas el cuarto y quinto lugar, en vez de apuntar a los punteros. Se los dije: separados, ni a la esquina. Las rencillas y vanidades personales de ciertos líderes condenan a sus seguidores al fracaso. Liberación, por otro lado, cayó por su propia arrogancia: supuesto mejor equipo, mejor candidato, mejor programa... Hizo un derroche financiero que lo pitó como un club de ricachones y –lo peor– menospreció los avances económicos del PAC. ¡No era la economía, estúpido!
Ronny Monge, diputado del PLN y presidente de la comisión del caso del cemento, pasará a la historia como el verdugo de su propio partido; al otro inquisidor, Ottón Solís, lo salvó la campana: al final, ungió públicamente a Carlitos con su bálsamo de probidad. Eso lo compromete de cuerpo y alma para lo que viene. Y esta reflexión me lleva a la final: ¿Cuál será el tema mágico el Domingo de Resurrección?
jorge.guardiaquiros@yahoo.com
El autor es abogado y economista.