¿Estaremos perdiendo el contacto con la realidad? ¿Nos estaremos replegando en nosotros mismos para no ver fuera o más allá? ¿Estaremos rehuyendo la formidable confrontación con los hechos? Estas son preguntas pacíficas y necesarias. El problema es que, llegados acá, descubrimos, sin mucho apuro, que, analógica o metafóricamente, estamos tocando los linderos de la esquizofrenia.
En efecto, la esquizofrenia es una psicosis caracterizada por una disociación psíquica o pérdida del contacto con la realidad. Soñadores despiertos, llama Sartre a estos enfermos, con perdón de los profesionales en la materia por esta audacia literaria y por lo dicho más arriba. ¿No serán la política y ciertos círculos “intelectuales”, académicos y profesionales un campo abonado para la disociación con la realidad, esto es, para no querer ver lo que, con un esfuerzo elemental, se puede descubrir? Ven y no miran. Oyen y no escuchan, o bien no les conviene mirar ni escuchar. La indolencia mental y la ideología son hermanas gemelas.
Dos informaciones recientes –sobre hechos engendrados y documentados hace años– dan fe de esta evasión de la realidad. El ministro de Educación, Leonardo Garnier, la condensó en un artículo –Un nuevo estilo en Educación– en este periódico, el domingo pasado. Solo dos de cada diez estudiantes –dijo– terminan la secundaria sin repetir ningún curso. Cada graduado nos cuesta casi diez años de colegio, en vez de cinco. Para conseguir un buen trabajo, la secundaria es apenas un piso. Se requiere algo más. Solo una tercera parte de quienes entran a primer grado se gradúan en secundaria. ¡Mantenemos bajo el piso a dos terceras partes de nuestros jóvenes!
Segunda información: 442.000, entre menores de edad y adolescentes, viven –mejor, existen– en la pobreza. Combinemos ambas noticias y, si esto no es una tragedia, por la fractura social en la base misma de nuestra sociedad, esto es, de nuestro presente y de nuestro futuro, ¿qué es una tragedia?
Estos datos no se inventan. Corresponden a una realidad conocida que, de inmediato, debió, desde hace tiempo, poner en pie a todo Costa Rica, pero, como siempre, llegamos tarde. Mientras tanto, con la casa ardiendo, gastamos tiempo y recursos inmensos en una tonta escaramuza sobre un simple tratado comercial (TLC). ¿Por qué? Porque lo más cómodo es hacernos los tontos, dárnoslas de Juanitos Moras e inventar fantasmas para no ver la realidad…
Esquizofrenia ideológica a la tica, financiada, además, por los contribuyentes… De locos.