El New York Times publicó el lunes 28 de agosto la siguiente noticia: “En Estados Unidos los salarios reales no aumentan al ritmo de la productividad de la economía”. Traducción: las personas rinden cada vez más en sus trabajos, pero su esfuerzo no es reconocido con mejores sueldos. Por su parte, las ganancias corporativas están en el nivel más alto desde la década de los sesenta.
El Times agrega varios datos interesantes. Por primera vez desde la II Guerra Mundial una época de crecimiento económico no da pie a salarios crecientes, que se hallan en su nivel más bajo desde entonces. Además, hay una creciente distancia entre una minoría a la que le va cada vez mejor y mayorías a las que no. Analistas financieros califican estos años como la edad de oro de las ganancias. A su vez, el presidente del Banco Central de los Estados Unidos dice que la creciente desigualdad puede descarrilar los beneficios del libre comercio.
De este pabilo salen muchos hilos. Dejo a los grandes sabios la explicación de estos hechos –sin duda que más de uno lo tiene todo clarito–. Desde este pequeñito país lo primero que pensé fue: “¡Caramba! Cuando la economía no anda bien, me dicen que, ni modo, hay que socarse la faja. Pero, entonces, ¿qué garantías tengo de que, cuando marche bien, seré recompensado por los mejores resultados?”. Respuesta: “Diay, m’hijito, ninguna, a menos que ...”.
Bienvenidos al mundo de la política. Una manera de introducir certezas son las políticas salariales con criterios para los buenos y los malos tiempos. Una fijación salarial tienen un componente técnico de lo que es económicamente viable; pero, a partir de ahí, hay múltiples posibilidades. Una de ellas, irse por la mínima. Otra es, como se hizo décadas atrás, ir en busca de salarios crecientes. Claro que, si los actores laborales son débiles, ¿por qué dar esa concesión?
Si pido sacrificios y después me hago el tonto, pasaré por vivo –una vez–. A la segunda, la jarana sale a la cara, y a la tercera, mi cutis corre peligro. Porque en la política, como en una sociedad anónima, lo mejor son las reglas claras y equilibradas y con mecanismos eficaces para resolver controversias. Jugar de vivo con el socio sale caro. En momentos en que Costa Rica transita por difíciles circunstancias políticas, una política salarial prudente pero progresiva resuelve problemas y vigoriza la economía.
¿A qué hemos jugado en Costa Rica durante estos años de crecimiento económico? A salarios estancados o decrecientes, excepto en algunos sectores. No quiero ni pensar qué pasará cuando vengan malos tiempos.