Opinión

Espaldarazo científico

La Academia Nacional de Ciencias: promesa y reconocimiento

Humor de Quino

Aprobada en la Comisión Legislativa Plena Segunda, el 6 de setiembre pasado, el presidente Figueres sancionó, la semana pasada, la Ley No. 7544 de Creación de la Academia Nacional de Ciencias. En el azaroso camino nacional de la ciencia y de la tecnología y en el ámbito de la formulación y concreción del desarrollo sostenible este es un paso importante.

Sus objetivos, tal como lo establece dicha ley, son la promoción de la investigación científica y del desarrollo tecnológico del país, el fomento de la difusión y del intercambio de información y material científico y tecnológico; la constitución de un foro multidisciplinario de discusión científica permanente, el mejoramiento de los recursos humanos, la vigilancia de la calidad de las actividades científicas y el cumplimiento de los principios éticos. Figuran luego otros altos propósitos de igual proyección en la vida nacional, cuya cristalización, unida a una nueva visión del papel de la ciencia, de parte del Estado y de los partidos políticos, colocará a la ciencia en el sitial de honor que merece por su propia naturaleza y por imperativo nacional.

La constitución de la Academia Nacional de Ciencias y su espaldarazo legal significa, asimismo, un reconocimiento público de la excelencia de los científicos de Costa Rica y de la necesidad de brindarles un respaldo sostenido, amplio y concreto en su singular tarea de investigación y formación. En este punto la sociedad costarricense, comenzando por los medios de comunicación social, ha sido remisa e injusta. Sobre todo, el sistema educativo ha relegado la importancia de la ciencia y del saber científico y descuidado la preparación de profesores en estas materias. La creación de colegios científicos ha significado un cambio de mentalidad en este campo.

La firma de esta ley supone, asimismo, que el Gobierno definirá una política clara en materia científica, elaborada, precisamente, con la cooperación de los científicos. Esta ley exige este encuentro. La reducción y revisión del CONICIT, que era necesaria, y su paso al Ministerio de Economía, donde podrían repetirse los errores de antaño, suscitó dudas e incertidumbre. La ley de Creación de la Academia Nacional de Ciencia y Tecnología constituye un marco de objetividad y elevación intelectual adonde, de ahora en adelante, deben ir a abrevar los políticos. La ciencia y la tecnología son asuntos demasiado serios y decisivos en el desarrollo de una nación para que se manoseen o analicen a la ligera.

En su discurso en el momento de la firma de esta ley, la Dra. Eugenia Flores, testigo de honor del acto y presidenta de la Academia, expresó que esta, además de ser un acto concreto de la administración Figueres en beneficio del desarrollo científico nacional, dentro de la impostergable labor de reforma del Estado, "es un símbolo del valor que el Estado confiere a la capacidad intelectual de la comunidad científica nacional". La reforma del Estado no puede desentenderse de la comunidad científica del país. La política, si no quiere convertirse en un mero juego, debe inspirarse en la excelencia y la solidez de pensamiento. Y si el objetivo de ambos es la dignificación y bienestar del ser humano, han de ser aliados permanentes.

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