Opinión

Ética de la caricia

No hay en el mundo criaturas tan inteligentes como las manos

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La caricia no necesita partitura. Es improvisación pura. Busca sin encontrar, encuentra sin buscar. Inventa y recrea el cuerpo que recorre. Traza su itinerario sobre la marcha. No sabe de dónde viene ni hacia dónde se dirige. El suyo es un peregrinaje a tientas. La piel embriagándose con la piel. Delirio mutuamente atizado. La caricia no pretende descifrar ni penetrar arcanos. No es una forma de conocimiento –el conocimiento siempre busca poseer, controlar–. Las manos no son cartógrafas: la topografía del cuerpo les es indiferente. Las manos son simples merodeadoras deslumbradas ante todo aquello que descubren. No aferran, no cavan surcos como el arado sobre la tierra labrantía, no llenan de cercos el cuerpo del ser amado.








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