Andrés Arley Vargas es médico urólogo y presidente de la Asociación Costarricense de Cirugía Urológica. Suele escribir historias basadas en los pacientes que atiende. Para efectos de sus narraciones, siempre se refiere a “Don Cosito” y “Doña Cosita”. Sus textos pretenden transmitir la humildad y la sencillez de las personas que acuden a su consulta médica. Aunque los relatos parezcan ficticios, son completamente reales.
Don Cosito tiene 68 años y vive en Guanacaste. Ha dedicado su vida entera a la agricultura y disfruta mucho de montar a caballo. En su “pedacito” de tierra, tiene sus animalitos, como él cariñosamente les llama. Aún posee energía para levantarse cada día a las 4:30 a. m. para ir a ordeñar sus vacas.
Entró a mi consultorio con su sombrero de ala ancha, camisa abierta, pelo en pecho, faja de hebilla ancha, botas vaqueras y su infaltable cuchilla en un estuche de cuero duro. Su piel está curtida por el sol (y, lastimosamente, por la falta de bloqueador solar durante muchísimos años).
–Don Cosito, ¿cómo puedo ayudarle hoy?
–Doctor, necesito que me ayude. Ya estoy cansado de rodar y no dar pie con bola.
–Cuénteme.
–Vea, ando como con un chistate. Hace días ando mal y nada que se me quita. Cuando ando mucho a caballo y me bajo de la bestia, ¡siento como si tuviera un celular metido en la entrepierna! ¿Usted me entiende eso, doctor? Es como una vibración interna, algo extraño. Además, en estos días me sale el orín (sic) con un olor fuerte, bien hediondo, amarillitico. He ido al Libáis (sic) como tres veces; me hacen exámenes, me dan unas cáusulas (sic), pero no se me quita. Yo creo que una de esas pastillas fue un combiótico (sic), de esos que da el Seguro, pero me cayó muy pesado.
–Don Cosito, ¿cómo se llama ese antibiótico que tomó?
–Ay, doctor, vea, son unas cáusulas amarillitas con verde; vienen en un empaque como plateado. Esas, diay, ¡las que da el Seguro!
–Don Cosito, dígame una cosa: ¿cuánta agua toma usted por día? Tomemos en cuenta que usted trabaja en el campo y pasa muy sudado.
–Diay, doctor, si acaso dos o tres vasillos al día, nada más.
–Don Cosito, voy a contarle una historia. Mi abuelo Aristides, que de Dios goce, también era guanacasteco de cepa, cédula 5, al igual que usted. Don “Arísteres”, como solían llamarlo, trabajaba de sol a sol. Llegaba a la casa y siempre decía: “Cómo me arde para orinar por culpa de este chistate”. Mi abuela Hilma (que en paz descanse también) siempre le decía: “Viejo, ¡pero es que vos no tomás agua!”. Lo cierto es que don Aristides empezaba a tomar agua y el “chistate” se quitaba como por arte de magia. Entonces, don Cosito, vamos a empezar por lo básico. Necesito que usted aprenda a tomar agua, ¡pero como Dios manda!
–¿Cuántos vasos son necesarios, doctor? ¡Dígame un número pa’hacerle caso!
–Pues, para mí, con unos cuatro o seis vasos es más que suficiente para orinar cristalino como el agua, pero yo trabajo aquí muy cómodo, con aire acondicionado. Usted debe tomar la cantidad necesaria de agua para que su orina sea cristalina, “blanquita”, como dice usted. Yo le apuesto que aprender a tomar líquido le va a ahorrar a usted un montón de antibióticos innecesarios. Además, voy a explicarle otra cosa: a los hombres, en condiciones normales, nunca nos da cistitis, salvo casos excepcionales. A nosotros usualmente se nos daña la próstata, pero eso es distinto. En el caso de las mujeres, la cistitis sí es una infección común y requiere antibiótico en algunos casos. Entonces, le cambio sus medicamentos por un montón de agua... ¿le parece?
–¿Sabe una cosa, doctor? Nadie me había explicado esto como usted me lo está diciendo. Así, sencillito.
–¡Que le vaya bien, don Cosito! Ahí me cuenta.