Cuando surge la discusión de cuestiones vitales, sensibles y cuya característica es que socialmente es mejor no hablar de ellas, por estar estigmatizadas, enormes oportunidades de intervención se pierden y se pospone una realidad desatendida y que nos escupe en la cara todos los días.
Dos de esos asuntos son el suicidio y el aborto. En el primero, hemos visto cómo unas declaraciones fuera de contexto del ministro de Educación generaron reacción de los diputados, rozando el ridículo, y, lo más grave, dando opiniones sin criterios técnicos especializados y pretendiendo frenar un urgente y necesario protocolo de prevención para estudiantes de secundaria en situación de riesgo.
Algunos datos reflejan esta situación y guardan relación directa con otros tipos de violencia:
-La tasa de suicidio general es de 7,4: en hombres del 12 % y en mujeres del 2,5 %; un evidente problema de género.
- En menores de 19 años, por cada 5 hombres una mujer se suicida. De 20 a 24 años la relación es de 5 a 2.
- Del 2010 a abril del 2016 se suicidaron 34 personas con edades entre los 10 y los 19 años y 85 en el rango de 20 a 30 años; las víctimas de homicidios dolosos alcanzan 385 en la población de 10 a 19 años y 979 en la de 20 a 30 años; y en accidentes de tránsito han muerto 435 jóvenes de 10 a 19 años y 1.041 en edades de 20 a 30 años.
Como puede verse, las principales víctimas de suicidios y otras formas de violencia, íntimamente relacionadas como son homicidios y muertes en accidentes de tránsito, son mayoritariamente gente joven, menores de 30 años, por lo cual la prevención temprana, desde la escuela y el colegio, se convierte en una innegable prioridad.
Aborto. En cuanto al aborto, la discusión se presenta mucho más difícil. Incluso debería estarse reglamentando una ley de aborto terapéutico que ya existe, para aplicar en casos de que la vida o la salud de una mujer embarazada esté en riesgo inminente. Pero se ha pospuesto irracionalmente.
Las estadísticas del IIMMHR (International Initiative on Maternal Mortality and Human Rights) muestran que en los países en vías de desarrollo se llevan a cabo, anualmente, alrededor de 18 millones de abortos inseguros, los cuales resultan en unas 18.000 muertes maternas evitables.
Si bien el desacuerdo se acentúa cuando se generaliza la posibilidad de despenalizar el aborto, las discusiones en otras latitudes, como en Argentina recientemente, permiten ver claramente las enormes falencias que acompañan a este tema. Las personas, en su gran mayoría mujeres, que han apoyado la despenalización aprobada por el Congreso argentino, pendiente de discusión en el Senado, han elegido un eslogan que ejemplifica vivamente esta realidad: “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para prevenir el aborto y aborto legal para no morir”.
En los dos primeros aspectos que tocan este lema, educación sexual y acceso fácil y de calidad a servicios de anticoncepción para prevenir un embarazo y por lo tanto un aborto, históricamente ha existido un abandono penoso del Estado para garantizar ambos y nuestro país no es la excepción. Los esfuerzos hechos son torpedeados continuamente. Ejemplo de esto último es la resistencia y boicot al Programa de Afectividad y Sexualidad Integral del MEP (y ahora al Protocolo de prevención del Suicidio).
Deuda. El sector salud se ha quedado atrás y mantiene la enorme deuda con adolescentes y jóvenes, de brindarles un acceso fácil, pronto y de calidad, con servicios diferenciados de atención integral en salud para ellos. Una atención que garantice, entre otros aspectos, consejería en salud sexual y reproductiva y acceso a anticonceptivos, incluida la anticoncepción de emergencia, que es necesario aclarar no tiene ninguna relación con la píldora del día siguiente.
LEA MÁS: El suicidio, sus causas y la prevención
Es de sentido común que una mejor educación sexual y acceso a la anticoncepción oportuna y de calidad son dos bastiones para disminuir embarazos no deseados y el aborto.
Cuestionar por pura politiquería, sin bases técnico-científicas lo poco que se ofrece para la prevención, no solo da enojo, sino que evidencia que en este tipo de política poco interesa el bienestar de nuestra niñez, adolescencia y juventud.
Es, además incuestionable que en lo relacionado con el suicidio y el aborto es necesaria una amplia reflexión y un análisis e invisibilizarlos no hará que llegue el momento de tomar decisiones políticas.
El autor es médico pediatra.