El fentanilo es un opioide sintético utilizado como analgésico y anestésico en el ámbito médico. Sin embargo, también se produce y consume de forma ilegal, debido a su potente efecto euforizante y sedante.
El fentanilo es hasta 50 veces más potente que la heroína y 100 veces más que la morfina, lo cual lo convierte en una sustancia altamente adictiva y peligrosa. Según la Organización Mundial de la Salud, el fentanilo es causante de más de la mitad de las muertes por sobredosis de opioides en el mundo.
La epidemia de adicciones al fentanilo se debe a múltiples y complejas razones, pero tres categorías son las principales:
La oferta. El fentanilo se produce de forma clandestina en laboratorios ilegales, principalmente en China y México, y se distribuye a través de redes de tráfico de drogas.
El fentanilo se mezcla con otras sustancias, como la heroína, la cocaína o las pastillas para aumentar su potencia y rentabilidad. Como muchas veces los consumidores no saben que están ingiriendo fentanilo, incrementa el riesgo de sobredosis. Además, el fentanilo es fácil de obtener a través de internet, donde se vende como medicamento o como sustancia de investigación.
La demanda. El fentanilo satisface la demanda de los consumidores de opioides, que buscan un efecto más intenso y duradero que el proporcionado por otras sustancias. También atrae a consumidores de otras drogas, quienes lo utilizan para potenciar sus efectos o para aliviar los síntomas de la abstinencia.
Algunos consumidores recurren al fentanilo por curiosidad, presión social o desesperación. El fentanilo crea una fuerte dependencia física y psicológica que dificulta dejarlo.
El contexto. El fentanilo se inserta en un contexto social y económico marcado por la desigualdad, la pobreza, la exclusión, la violencia, el estrés y la falta de oportunidades y de servicios de salud.
Estos factores causan problemas de salud mental, como la depresión, la ansiedad y trastornos de estrés postraumático y de personalidad límite, que incrementan la vulnerabilidad al consumo de drogas. Asimismo, el estigma y la criminalización de los consumidores de drogas dificultan el acceso a la prevención, el tratamiento y la reducción de daños.
La epidemia de adicciones al fentanilo tiene consecuencias individuales, familiares, comunitarias y sociales devastadoras. Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, en el 2019 se registraron más de 110.000 muertes por sobredosis de opioides, de las cuales unas 60.000 fueron por fentanilo.
El fentanilo también deteriora la salud física y mental de los consumidores. Por ejemplo, causa problemas como depresión respiratoria, arritmias cardíacas, infecciones, abscesos, endocarditis, septicemia, VIH, hepatitis, tuberculosis y trastornos del sueño, del ánimo, de la memoria, de la atención, de la personalidad.
También psicosis, alucinaciones, paranoia, ansiedad, pánico, agresividad, aislamiento, desesperanza, culpa, vergüenza, baja autoestima o ideación suicida.
Además, el consumo afecta a las familias de los consumidores, generando conflictos, rupturas, violencia, abusos, negligencia, abandono, estrés, angustia, duelo, culpa, vergüenza, estigma, aislamiento, pobreza, desempleo, endeudamiento, desahucio o pérdida de la custodia de los hijos.
Resulta crucial dialogar en el entorno familiar acerca de este asunto para prevenir el consumo ilícito de opiáceos, así como respaldar los programas de prevención y rehabilitación que fomenten la recuperación de quienes sufren esta adicción.
El autor es pediatra infectólogo.