El saneamiento enfocado en el agua potable y la disposición de excretas, aunado a la educación para reforzar la higiene, siempre ha sido esencial para la salud mental y física de los seres humanos.
El agua participa en el transporte de los nutrientes durante la digestión, en procesos bioquímicos de las células, en el traslado y evacuación de los desechos metabólicos.
En razón de esto, hace muchos años propuse esta analogía didáctica: en nuestro organismo y en la mayoría de los seres vivos existen un acueducto y un alcantarillado sanitarios, que bombean la sangre producida en la médula ósea (un 83 % agua), mediante el sistema de bombeo del corazón, conducida por el sistema arterial, y la lleva a través de arteriolas (previstas) a las células de los órganos del cuerpo.
Estas últimas realizan funciones mediante el metabolismo y producen los desechos que son trasladados por el sistema venoso (alcantarillado sanitario) a tres “plantas” de tratamiento de desechos: los pulmones, el hígado y los riñones.
Por su parte, en el plano mental, el agua es el principal componente del cerebro y es indispensable para su buen funcionamiento, en donde ayuda a mejorar la retención de información (memoria) y permite no solo la circulación de los nutrientes, en especial la glucosa, sino también la eliminación de sustancias inútiles.
Si lo vemos como un cuadro completo, la salud mental es un estado de bienestar que facilita a la gente hacer frente a los momentos de estrés de la vida, para desarrollar sus habilidades, para aprender y trabajar adecuadamente, y contribuir a la mejora de su comunidad, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Por otra parte, la salud física es el bienestar del cuerpo y el óptimo funcionamiento del organismo que se encuentra en estado físico, mental y emocional adecuado.
Es decir, en términos integrales, ambos tipos de salud están conectados, tanto es así que se relacionan y cada uno de ellos influye en el ser humano en mayor o menor medida, puesto que una mente saludable hace que el cuerpo funcione mejor, y un cuerpo sano produce bienestar emocional para evitar enfermedades.
La escasez de agua potable y saneamiento ocasionan ansiedad y depresión. La falta de este componente afecta la salud física y mental.
Una crisis hídrica debida al fenómeno de El Niño o la devastación ambiental originada por la persistente desforestación, extinción de especies, ríos y lagos contaminados, o las sospechas de un acueducto contaminado son también un asunto de salud mental, tanto que convivir en una ciudad, pueblo o barrio donde se cuente con zonas verdes, biodiversidad y adecuados servicios de agua potable y saneamiento repercute de forma positiva en la calidad de vida de los habitantes.
El autor es microbiólogo y salubrista público, director del Laboratorio Nacional de Aguas del Instituto Costarricense de Acueductos y Alcantarillados (AyA).