Empresas e instituciones cuentan con un departamento, o gerencia, de sistemas de información. Muchos de ellos sufren el síndrome “si no fue inventado aquí, no sirve”. Este síndrome obliga a hacer ingentes esfuerzos en desarrollar programas de cómputo, aunque existan al otro lado de la calle o del planeta.
Desarrollar desde cero sistemas que ya existen equivale a inventar el agua tibia. Esto puede tener variados orígenes: desde gente muy bien intencionada desconocedora de lo que ya existe, hasta estrategas maquiavélicos buscando perpetuarse.
La excusa más utilizada para inventar el agua tibia es el costo, seguida de cerca por las características únicas de la empresa o la institución, que hacen todo lo que ya existe inoperante.
La excusa del costo solo es de recibo cuando el invento (desarrollo) es instantáneo, y por lo tanto no existe un costo de oportunidad. No contar con el sistema deseado tiene costo cero. El problema es que si eso es cierto entonces el sistema no es necesario y todo el ejercicio carece de sentido.
Las características únicas de una empresa o institución, en algunas ocasiones, son de recibo (leyes difíciles de cambiar, por ejemplo), pero muchas veces solo son procesos mal concebidos. De hecho, uno de los valores más importantes de los sistemas existentes en muchos lugares son los procesos (mejores prácticas ) que traen consigo.
Consecuencias. Si el sistema es necesario, el tiempo es importante, cada día que pasa sin contar con la solución deseada genera costos innecesarios, evita generar ingresos necesarios o impide mejorar la experiencia del cliente (usuario). Lo anterior hace que sea irresponsable no cuantificar el costo de oportunidad en la justificación de la necesidad de inventar el agua tibia.
Para complicar más el escenario, el análisis costo/beneficio entre comprar (o alquilar) un sistema versus desarrollarlo desde cero, suele partir de estimaciones sumamente alegres del tiempo y costo del desarrollo y casi nunca incluye la diferencia entre el riesgo asociado con el desarrollo versus el riesgo de solo implementar.
Adicionalmente, el análisis costo/beneficio para decidir entre comprar o desarrollar no suele incluir el valor del mantenimiento para siempre.
Cada vez que una empresa dedicada al desarrollo de sistemas pone un programa nuevo en producción, aumenta la carga de mantenimiento. En el caso de las organizaciones cuya razón de ser no es el desarrollo de software, la relación entre el esfuerzo de desarrollo y el de mantenimiento es mucho más sesgada hacia el mantenimiento (sencillamente porque no son zapateros haciendo zapatos).
Renovación. Algunas veces el síndrome es justificado por muchos años de inventos viejos que obligan a inventos nuevos. Sistemas viejos con interfaces retorcidas obligan a sistemas nuevos que puedan integrarse con los viejos. Pero eso no es sostenible, es mucho más eficiente botar todos los sistemas viejos y sustituirlos con nuevas tecnologías capaces de interactuar las unas con las otras, adhiriéndose a estándares internacionales.
La estandarización de tecnologías tiene muchas ventajas, tanto para clientes como para proveedores. Los clientes se aseguran de que no necesitan volver a inventar el agua tibia y los proveedores logran aumentar el mercado mediante órdenes de magnitud al eliminar el fraccionamiento y el constante reinvento de casi todo.
Claro que siempre existirán los pioneros, los que quieren una solución para su empresa, ciudad o país, que brinde a sus usuarios una experiencia nunca antes disfrutada en el planeta. Estos deberán siempre seguir inventando los calentadores de agua, entre más innovadores, mejor.
Pero reinventar sistemas que tienen décadas de existir en otras latitudes, por ejemplo expedientes y pagos electrónicos, está bien difícil de justificar.
El costo de adquirir un sistema de clase mundial en el pasado sirvió para justificar el desarrollo de uno local, pues conseguir presupuesto de inversión siempre ha sido mucho más difícil que presupuesto de gasto (sobre todo en el sector público). Con la computación en la nube, desapareció ese problema, ahora se puede conseguir casi cualquier sistema como servicio, un pago mensual al zapatero para que se haga cargo de los zapatos, y si no están listos a tiempo, o no vienen con las características contratadas, el zapatero paga las consecuencias (se terceriza el riesgo).
Para discutir este y otros temas importantes de la utilización de la tecnología en el gobierno (como la desaparición del Gobierno Digital), el Club de Investigación Tecnológica (pronto a cumplir 30 años de labores) está invitando a candidatos presidenciales a una mesa redonda, en setiembre, para conversar acerca de la utilización de la tecnología en el próximo gobierno.
No será un debate, pues esto no es un asunto ideológico; es un asunto lógico. La tecnología es una herramienta muy valiosa para la eficiencia y la transparencia, pero mal utilizada es un hoyo negro que consume recursos y fomenta la opacidad y la ineficiencia (por ejemplo, sistemas digitales que permiten trámites de papel).
El autor es ingeniero, presidente del Club de Investigación Tecnológica y organizador del TEDxPuraVida.