Para nadie es un secreto que pasar largos períodos sin movernos perjudica la salud. Lamentablemente, el estudio y ciertas actividades laborales exigen estar sentados cuando menos ocho horas diarias, con muy escasos tiempos libres para realizar actividad física voluntariamente.
Los efectos negativos del sedentarismo se conocen como enfermedades no transmisibles (ENT). De acuerdo con datos del Ministerio de Salud, son la primera causa de muerte, morbilidad y discapacidad desde hace más de 30 años.
No es un dato alentador, pues muestra una constante amenaza para la salud e impone una carga económica a nuestro deteriorado sistema público. En el 2019, las ENT fueron responsables de 8 de cada 10 muertes, y entre estas se encuentran las del corazón, algunos tipos de cánceres, la hipertensión arterial, la diabetes mellitus y los accidentes vasculares cerebrales.
La atención de cada ENT representa y representará en los próximos años un elevado costo, especialmente porque la tasa de natalidad se redujo y la cantidad de hombres y mujeres mayores de 65 años aumentó gracias a que la expectativa de vida se incrementó.
El costo para un país debido a la falta de actividad física es cuantificable y es una cifra para nada despreciable. Una amplia cantidad de instituciones, incluidas la Organización Mundial de la Salud y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), revelan cifras abrumadoras al respecto. Se estima que por cada euro (¢596) invertido en actividad física se ahorrarían alrededor de 1,7 euros (¢1.013).
Además, la productividad humana cae si se reduce la actividad física, en razón de los días perdidos por alguna incapacidad. En el 2005 se calculaba que la productividad se podría triplicar si mediante una mayor cantidad de actividad física se lograba reducir el sedentarismo, lo cual equivalía a una ganancia de $2 a $5 (¢1.091 a ¢2.728) por cada $1 (¢545) invertido.
Es decir, se sabe desde hace mucho que sale más barato invertir en prevención que en atención. La prevención consiste en tomar decisiones inteligentes para promover el aumento de la actividad física en todos los ámbitos, desde antes del nacimiento.
Previsiones recientes indican que el producto interno bruto (PIB) subiría entre un 0,15 y un 0,22 % si se cumplieran las recomendaciones de actividad física, que consisten en como mínimo 150 minutos de actividad de intensidad moderada a la semana o 75 minutos de intensidad vigorosa a la semana, distribuyendo el ejercicio uniformemente de 4 a 5 días, o todos los días, y reduciendo el tiempo que se pasa sentado o acostado.
El objetivo primordial no es transformar a la gente sedentaria en deportista de élite, sino inicialmente promover el cambio de un estado de deterioro permanente llamado sedentarismo a un estado de mejoría y bienestar llamado persona físicamente activa. A cualquier edad, la persona físicamente activa mejorará la salud del corazón, muscular, ósea, inmunitaria y mental, entre otros.
En Canadá, se estima que el ahorro anual en atención de la salud, si la prevalencia de baja fuerza muscular se reduce en un 10 %, alcanzaría $546 millones.
También se ha determinado que una mejor salud del corazón, gracias al aumento de la actividad física en la mediana edad, está fuertemente asociada a menores costos de atención médica al llegar a la adultez mayor; y, lo mejor de todo, es que los beneficios son para la totalidad de los grupos de edad, especialmente, las mujeres.
Lo anterior se traduce en ahorro para quienes acuden a clínicas y hospitales privados. Por ejemplo, en EE. UU., los costos médicos para los adultos mayores son mucho más bajos para quienes mantuvieron niveles de actividad física moderados o altos y para quienes aumentaron la actividad física en la edad adulta temprana o en la mediana edad en comparación con adultos que permanecieron constantemente inactivos desde la adolescencia.
En Australia, las mujeres que se mantuvieron físicamente activas tienen un plan de atención médica un 40 % más bajo y un plan de medicinas un 30 % inferior que las mujeres sedentarias. En comparación con adultos sedentarios, los físicamente activos requieren significativamente menos hospitalizaciones, uso de salas de emergencias, atención médica domiciliaria y medicamentos recetados, lo cual permitiría en Costa Rica reducir las listas de espera para procedimientos médico-quirúrgicos especializados y reducir costos de atención directa.
De esta forma, al aumentar la cantidad de actividad física diaria, no solamente se es más productivo, sino que se le ahorra al país al reducir los costos de atención.
Sin embargo, cambiar un comportamiento no es fácil, y el sedentarismo es difícil de destruir, por lo que continúa siendo un reto diseñar estrategias eficaces para estimular la actividad física diaria, así, las enfermedades no transmisibles podrían ser prevenidas y los beneficios empezarán a notarse inmediatamente.
El autor es catedrático de la UCR.