El almacenamiento de agua dulce es elemento central de la adaptación al cambio climático, porque permite ahorrar para las épocas secas y reducir el impacto de las inundaciones en invierno.
José Figueres Ferrer en su último mandato, de 1970 a 1974, señaló la necesidad de administrar el agua del invierno por medio de embalses para atender las sequías en verano. Aunque don Pepe no lo relacionó en ese momento con el cambio climático.
A los humanos nos ha costado entender que las mejores formas de mitigar los efectos del cambio climático es seguir el ejemplo de la madre naturaleza, como lo es el almacenamiento de agua de diversas maneras, como los glaciares o hielos, el suelo, la vegetación, los acuíferos, los lagos y humedales.
“El agua estratégicamente significativa se preserva además en estructuras como presas, cisternas, estanques de retención, campos de cultivo o arrozales”, afirma Saroj Kumar Jha del Banco Mundial.
Puede emplearse una combinación de sistemas naturales, denominadas soluciones verdes y grises, entre ellas, estructuras construidas para acelerar la recarga del almacenamiento natural subterráneo. Sin embargo, tradicionalmente, nos hemos enfocado en presas y embalses, que lamentablemente no funcionan para afrontar los desafíos del siglo XXI en muchas latitudes.
Mientras en los últimos 50 años la población mundial se duplicó, el agua almacenada en la naturaleza se redujo en unos 27.000 millones de metros cúbicos, debido al derretimiento de los glaciares, la disminución de la nieve acumulada, la destrucción de humedales y aluviales y la explotación persistente de los acuíferos.
Estos aspectos están incluidos en el informe Qué nos depara el futuro: un nuevo paradigma para el almacenamiento de agua, publicado por el Banco Mundial en febrero.
En el informe se mencionan algunas ciudades, regiones y países ocupados en el almacenamiento de agua, impulsados por la preocupación y la seguridad hídrica. Ejemplos, dichosamente, existen algunos, como el chorro de las aguas subterráneas en la India, la nueva estrategia hídrica en Sudáfrica y la gran muralla verde africana para detener la desertificación del Sahara.
Por nuestra parte, debemos persistir en la siembra de árboles con el propósito de adaptarnos al cambio climático y aumentar nuestra biodiversidad, pero sobre todo evitar la tala ilegal, que desafortundamente se da con cierta frecuencia en el Caribe y la zona norte.
El autor es microbiólogo y salubrista público, director del Laboratorio Nacional de Aguas del Instituto Costarricense de Acueductos y Alcantarillados (AyA).