Los desafíos son crecientes. Nuestra sociedad atraviesa incertidumbres económico-culturales. La geopolítica puso nuevas alambradas entre los pueblos. La ciencia y la tecnología tienen un desarrollo inconmensurable, aunque persisten las secuelas de la covid-19 y los ciberataques.
La inteligencia artificial reinventa nuestro modus vivendi. Las economías emergentes son exponenciales, pues la crisis aprieta. Las dictaduras se asoman y amenazan con desolar grandes extensiones, allende los confines del país sátrapa. Las migraciones trasladan sus desconsuelos y mudanzas a quienes habitamos una bendita tierra. El “saben qué” resuena con más desconciertos que certezas.
En fin, ahora estamos en la didáctica de la pregunta abrumadora, esa que nos inquieta y hace delirar. Frente a tal panorama, nada mejor que una institución educativa en la que se discurre partiendo de los porqués, no para hallar cómodas respuestas, sino para fijar paradojas o disrupciones del statu quo.
Es preciso, en las actuales coyunturas, una visión en profundidad de las incipientes metas, perfilando procesos y no resultados cortoplacistas y maltrechos. Naturalmente, la efervescencia estudiantil va a deparar lluvias de ideas, con la finalidad de promover el pensamiento crítico, generador de osados proyectos para nuestro país.
Desde luego, se hace urgente que se recreen los horizontes de las políticas educativas, pues las que están en vigor socavan la competencia de la juventud educanda, al caer aquellos en el pauperismo de la intrascendencia de aprendizajes para bregar en la vida.
Ahora bien, no es menester del centro de enseñanza, per se, el crecimiento cualitativo de alguien; no obstante, cuando el promedio de jóvenes discentes está inmerso en la identidad de las aulas y los libros, desde allí no más se germina la investigación, insumo esencial para el feliz término de los derroteros.
Los referentes de los miles de egresados, muchos de ellos profesionales académicos distinguidos, certifican la excelencia propia del estudiantado, que, con su abnegación, construye una Costa Rica singular, en el contexto de las naciones.
En suma, las razones antedichas obedecen a la muy noble y leal ciudad de Cartago, en donde se instaura la prosapia de ilustres hijos vanguardistas, cuyos destinos iniciales son tejidos en la madeja de los vetustos recintos de la primera casa costarricense de enseñanza secundaria: el Colegio de San Luis Gonzaga, que cumple 180 años.
El autor es educador.