La automatización, la tecnología y la inteligencia artificial tendrán consecuencias en nuestra sociedad que van más allá del empleo o del aumento en la productividad.
Según un estudio publicado por la Universidad de Oxford, el 47% de los trabajos en Estados Unidos serán automatizados en una o dos décadas. Según la firma McKinsey, se pueden automatizar tareas que totalizan el 45% del tiempo de los empleados con tecnología existente, pero solo un 5% de los trabajos.
En todo caso, es evidente que las compañías están dedicando grandes sumas de dinero a investigar el tema y pareciera que el futuro está en la automatización. Como sociedad, debería interesarnos como esto nos afecta.
Los beneficios de la automatización desde el punto de vista corporativo son:
1. Productividad y calidad: desde luego que una herramienta o máquina puede producir por periodos de tiempo prolongados y mantener la consistencia en sus estándares de calidad. No se cansan ni tienen un “mal día”.
2. Objetividad: las herramientas y máquinas tienen un carácter determinístico y hacen siempre aquello para lo que fueron diseñadas. No varían su método ni su desempeño.
3. Costo: desde los robots en una fábrica hasta el software y hardware de los robo-advisors (asesores de inversiones robotizados que recomiendan un portafolio de inversión), todos proveen una ventaja en términos de costo. Por ejemplo, el salario por hora en Estados Unidos de un periodista, según la oficina de estadísticas laborales, es de aproximadamente $19, mientras que, según la revista Fortune, el costo de una noticia “automatizada” de los resultados trimestrales de una compañía que cotiza en la bolsa es de apenas unos $8 (y su producción toma apenas un par de minutos).
El lado no tan positivo. Desde el punto de vista laboral, no es un secreto que la lógica nos inclina a buscar la opción más barata dado un determinado estándar de calidad. Si uno visita un mercado, compara el precio entre diferentes productos y escoge el de menor costo que brinde los mismos beneficios. A esto le llamamos valor, a la relación entre el precio y el beneficio.
Pensar así del trabajo de alguien es frío, pero es la decisión que enfrentan muchos gerentes presionados por generar más ganancias. En otras palabras, si una herramienta o máquina puede producir más, con buenos estándares de calidad y esto es más barato, ¿cuál es la lógica de emplear un humano? Esto desde luego se traduce en pérdidas de empleo.
El otro lado no tan positivo es la destrucción de demanda. Si la automatización en realidad va a causar un desempleo mayor, entonces es necesario contemplar el escenario en donde este destruye demanda. Supongamos que el desempleo aumenta a un 20% o un 30%, habrá menos (o cerca de cero) consumo de parte de este grupo.
Sin este consumo, las corporaciones tendrán que depender de bajar costos para mejorar la rentabilidad porque el aumento en la demanda probablemente no vendrá. Incluso los instrumentos tradicionales de los bancos centrales para impulsar la economía, como bajar las tasas de interés, pueden llegar a tener aún menos efecto que en la actualidad.
Menores tasas de interés posiblemente impulsarán la compra de bienes de capital (más automatización) y eso generará aún más desempleo. En este escenario, la automatización contiene, por así decirlo, la semilla de su propia destrucción.
La fuerza laboral (consumidores) necesita del mundo corporativo tanto como el mundo corporativo necesita de los consumidores.
Contrato social. El contrato social, entendido como el orden artificial que permite establecer la paz entre las personas, también podría estar en riesgo. El empleo es parte fundamental de la paz al permitir que una gran mayoría de la población tenga los medios para vivir (o en su defecto, al menos subsistir).
Si la fuerza laboral pierde aún más de su riqueza por el desempleo y las corporaciones y sus dueños ganan todavía más riqueza con la automatización, las masas se van a sentir menos inclinadas a respetar el contrato social. Supongo que el escenario de la Revolución francesa es un poco drástico, pero es un referente de lo mal que pueden salir las cosas cuando la desigualdad aumenta.
La solución probablemente no esté en evitar la automatización y el avance de la tecnología, pero es necesario considerarlo desde varias aristas, incluso por el mundo corporativo, para evitar que llegue a producir consecuencias no deseadas.
El autor es vicepresidente en Moody’s Analytics.