La paz es un enorme factor para lograr el desarrollo. La violencia lo retrasa inevitablemente. La paz y las resoluciones son posibles gracias a la búsqueda de objetivos positivos.
Las personas e instituciones que propician la paz mantienen un compromiso renovado y concertado en pos del bien común. Son las que respetan un principio moral fundamental: el derecho y el deber a un desarrollo integral, social y comunitario. Personas e instituciones que se dejan guiar por las exigencias de la justicia.
Para construir una convivencia social saludable debe rechazarse la violencia en hogares, escuelas, empresas y parlamentos. Difícilmente, una sociedad madurará si prolifera el irrespeto.
El diferir enriquece cuando existe una actitud de apertura hacia la libertad de expresión. Ello supone un estudio serio de los asuntos. Los mapas nos revelan que a una zona uno se puede aproximar desde diversos puntos. Los caminos y ríos convergen. Un afortunado encuentro se da entre el Danubio y el Rin. Su conexión produce un mayor caudal, incluso un canal que ofrece niveles de alta navegación. Las aproximaciones no son siempre lógicas y lineales. El pensamiento también puede ser lateral. Creativas alternativas alcanzan grandes resoluciones. El diálogo y el debate son la ruta.
Se dice que la paz es consecuencia de la guerra. Katharine Viner, editora de The Guardian, hace una observación: “La verdad es una lucha. Se necesita trabajo duro. Pero esa lucha vale la pena”.
“La lucha por la verdad —que tiene siempre una dimensión individual y otra colectiva— se articula a través del pensamiento crítico y de un comportamiento ético. Por esto, la búsqueda personal honesta y el diálogo social sincero tienen mucho que ver con la conquista de la propia libertad. Solo así podremos poner el bien común en el centro del entramado social y superar el escenario actual de enfrentamiento y dominación”, afirma el periodista Miquel Urmeneta.
Se trata, agrega Urmeneta, como también dice Viner, de asumir la responsabilidad de construir la sociedad en la que queremos vivir. Una sociedad donde la verdad sea un escudo contra la arbitrariedad y la injusticia. Una sociedad donde el respeto a las personas sea un reflejo de su verdadera dignidad.
Las relaciones de convivencia deben inspirarse en criterios de contribución y no en criterios de poder o beneficio. El poder no es un negocio. Es un servicio. El que construye la paz se configura como aquel que instaura relaciones de lealtad y reciprocidad, realizando las actividades económicas o políticas como algo que va más allá de su propio interés, para beneficio de las generaciones presentes y futuras.
Necesitamos plataformas para mejorar la comunicación y el tono del debate social y político. Cuando hay turbulencia, debemos ganar altura. La constante contraposición origina rupturas que desgastan y disgregan. Nos distraen y evitan centrarnos en lo esencial. Nos llevan a sociedades llenas de recelo y basadas en tensiones.
El respeto y la cordura son principios educativos. La violencia demuestra un escaso civismo. La educación es la ruta para acercarse al sistema democrático. Alcanzar la verdad requiere un esfuerzo colectivo. La escuela, la universidad y los medios de comunicación deben ser garantes de la verdad social para que no sufra un declive.
Debemos cooperar los unos con los otros. “Esta colaboración ha de llegar hasta la empatía: la comprensión entre los seres humanos, el elemento más complejo de la realidad social y el más esencial. La verdad es una lucha, sí, contra nuestros prejuicios sobre los demás. Gracias a ella se forma y construye comunidad”, subraya Urmeneta.
La pedagogía de la paz es un trabajo lento porque supone también una evolución espiritual, una educación de los más altos valores. “La vida en plenitud es el culmen de la paz”, sostenía Benedicto.
Alejandro Magno, al llegar a la costa fenicia, observó que sus enemigos lo triplicaban. Desembarcó e inmediatamente mandó quemar todas las naves. Fue una valiente decisión estratégica para no dar macha atrás. La única forma de ganar la batalla era encarándola.
Quizás la esfera pública se ha convertido en un escenario de guerra. Se dice que en la guerra la primera víctima es la verdad. Ojalá quememos las naves para finalmente tener el valor de encontrarla juntos.
La autora es administradora de negocios.