Como cada año, iniciamos un nuevo curso lectivo y sus hijos van a pasar más tiempo con sus profesores que con los padres; siento una enorme alegría y, a su vez, una gran responsabilidad al saber que se depositó su entera confianza en nosotros los docentes, quienes procuramos dar lo mejor de nosotros para que sus hijos alcancen el éxito escolar, es decir, que una vez iniciado el proceso de enseñanza-aprendizaje lo puedan culminar.
Hoy me atrevo a pedirles, muy respetuosamente, algunas cosas que, en incontables ocasiones, por el oficio y la labor que tan arduamente realizan en sus hogares y fuera de él, se pierden de vista en el camino:
Sus hijos no solo necesitan un profesor que les enseñe historia, geografía, ciencias, matemática y español; necesitan algo coyuntural en su devenir: su acompañamiento, su apoyo y el soporte emocional de sus padres o encargados para que los contenidos vistos en clase formen parte de su diario vivir.
No se trata de aumentar la carga académica en casa, se trata de demostrarles que día a día ustedes están ahí para ellos, de motivarles, de dibujarles la escuela y el colegio como un aposento de sabiduría y conocimiento, y no como el castigo semanal por portarse mal en casa.
Calificaciones. Recuerden que las calificaciones, aunque importantes para cumplir el requisito de aprobar el año, no dicen absolutamente nada de la capacidad de sus hijos, y mucho menos de quiénes serán en un futuro cercano; no les reprendan por ello, por el contrario, motívenlos a estudiar. El daño físico, lejos de solucionar el problema, lo aumenta.
Busquen espacios donde ellos puedan desarrollarse y desenvolverse. Tengan presente algo: sus hijos no va a ser lo que ustedes quieran, sino lo que ellos elijan.
Por ello, estén siempre atentos a sus palabras y a los dotes que surjan en el camino.
No miren como un tabú las guías de sexualidad, como son conocidas popularmente, sé que en sus familias hay disparidades sobre si sus hijos deben recibir o no Educación para la Afectividad y la Sexualidad, y es respetable que ustedes así lo consideren, pero la experiencia nos dice que son necesarias y vitales para complementar la educación y los valores que los menores reciben en sus casas.
No vamos a adoctrinar a nadie y mucho menos vamos a incitarles a iniciar su vida sexual, por el contrario, existirán espacios para consejos y para atender las inquietudes que ellos presentan y que en ocasiones se inhiben de consultarles. Desde el Ministerio de Educación manan las políticas enfocadas en mejorar la educación de nuestros jóvenes, que buscan su bienestar. Les aseguro que esta es una de ellas.
Vigilar el bullying. Presten atención a lo que sienten sus hijos, nietos, sobrinos o familiares, en general. Los niños, aunque almas nobles y puras, pueden ser hirientes, y quizá el suyo sea víctima de bullying. No se lo tomen a la ligera; busquen ayuda en la institución, quizá nosotros no lo notemos, pero ustedes que lo ha visto crecer, sí, y aquí estaremos para ayudarles.
Búsquenos también si piensan que su hijo es el que perpetra la agresión; él también es nuestro estudiante y estaremos dispuestos a brindarle toda nuestra ayuda y orientarlo por un mejor camino. No lo aísle, no le maltrate, busquemos juntos los puentes que nos permitirán integrarlo al grupo.
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Y, por último, los docentes estamos para servir. Por eso, son bienvenidos a nuestras aulas; sus hijos, aunque les moleste verlos por el colegio o la escuela, en su fuero interno sentirán que sus padres se preocupan, y por ende, les apoyan.
No esperen el día de la entrega de notas para visitarnos, o el día cuando tenga que ir a ampliación, cuando muchas veces la suerte ya está echada. Recuérdenlo siempre: la semilla que hoy siembran en sus hijos, serán los frutos que recogerán mañana.
El autor es profesor de Estudios Sociales y Cívica.