El talento no lo es todo, afirma Angela Duckworth, neurocientífica cuyos estudios revelan que los niños con más alto coeficiente intelectual no consiguen mejores resultados en los exámenes, sino quienes trabajaban más duro.
¿Qué es lo que no ven los sistemas educativos? Un aspecto emotivo y psicológico, relacionado con el coeficiente emocional. Duckworth lo llama el grit (siglas en inglés de agallas, resiliencia, iniciativa y tenacidad) y descompone este vocablo en dos sustantivos psicológicos: pasión y perseverancia, cualidades que hacen que la vida cambie completamente.
La pandemia infligió heridas sensibles en las generaciones millennial y centennial. Las cifras indican un apagamiento en los jóvenes. Poseen menos pasión y perseverancia, reflejado en la escasa participación electoral, en los resultados académicos, en la deserción escolar y universitaria, en la falta de planes que los ilusione y miedo al futuro.
Las autoridades educativas se dieron cuenta de que antes de enseñar matemáticas, biología o español, hay que enseñar esta parte de la determinación que es el grit. Por otro lado, el problema para los departamentos de dirección de personas ya no es el síndrome de burnout (personas quemadas), sino el boreout (personas aburridas).
El síndrome del aburrido es causa de pérdida de productividad empresarial. No pocos llegan sin motivación a trabajar y se van a los seis meses. Esto tiene un costo.
Sobre el grit se escucha en Estados Unidos y los países nórdicos. Empieza a ser la clave en los sistemas educativos. Los alumnos alcanzan mejores resultados en concursos internacionales. Asimismo, empresarios y deportistas alcanzan la cima, como el tenista Rafael Nadal.
Cada día se da más importancia al esfuerzo, pues el talento y la habilidad se apoyan en él. En una extensa investigación del Instituto ETS (el que produce los test SAT, GRE y Toefl), la característica que mejor predice el desempeño a largo plazo, por encima de los resultados en las pruebas ETS, es el empeño continuo y con propósito.
Esto coincide con las investigaciones de Duckworth, pues para ella el grit es acerca de perseverar en el propósito por un largo tiempo. Aboga por la importancia de una razón de ser en la vida. Destaca la significación de los padres, maestros y tutores que pueden ayudar a los niños y jóvenes en su orientación y desarrollo.
Las actividades extracurriculares en bachillerato, como lo son los debates, el deporte, las artes o la escritura, contribuyen a fortalecer este objetivo si se mantienen en el tiempo.
El grit está relacionado también con el crecimiento en la virtud y la felicidad. Dos caras de la misma moneda para Aristóteles. Esta actitud va más allá del éxito exterior porque incide en la felicidad interior.
Duckworth recomienda algo que propuso primero el estagirita: el virtuoso se desarrolla entre virtuosos. El ambiente en que los niños se educan es fundamental, ya que la cultura tiene la capacidad de moldear la identidad e incidir en el carácter. Podemos esperar un efecto multiplicador social cuando los líderes crean y respaldan esta cultura.
La autora hace énfasis en que lo que alcancemos en la vida dependerá de nuestro grit. La obsesión por el talento nos ha distraído. Los límites nos los autoimponemos más a menudo de lo que pensamos. No terminaremos de saber de cuánto somos capaces.
Es necesario perseverar para alcanzar metas interesantes y con propósito. Invertir tiempo y luchar cada día en prácticas retadoras. Es caerse siete veces y levantarse ocho. ¿Cómo andamos todos de grit? Pienso que es una puerta hacia la esperanza.
La autora es administradora de negocios.