Hace 200 millones de años, durante el Triásico, Costa Rica y Panamá aún no emergían del fondo marino, pero los cocodrilos ya habitaban la Tierra. En ese breve lapso en la historia del planeta, ha habido eventos de diversa índole.
El choque de un asteroide hace 65 millones de años causó la extinción masiva de los dinosaurios. El calentamiento global y las glaciaciones se han alternado en repetidas ocasiones; la explosión del supervolcán de Yellowstone, hace 600.000 años, y la última glaciación, que concluyó hace 10.000 años, llevaron a la desaparición de especies como la megafauna en América (mastodontes, perezosos gigantes y otros). Muchos de estos procesos naturales han sido acelerados por la acción del ser humano tras la Revolución Industrial. Y el cocodrilo permanece en el planeta.
Una publicación en las redes sociales, que no discriminan la formación académica o el conocimiento de quien escribe, afirma que la presencia de la especie es un fenómeno fuera de control. Se ha viralizado, y la desinformación se publica y multiplica porque la mayoría de los seres humanos no verifican los datos.
La publicación hace énfasis en el aumento en la cantidad de cocodrilos en las playas de Costa Rica en los últimos años, y Tárcoles es uno de los sitios de referencia. Pero ese lugar es otro mundo. Hay factores antropológicos que inciden en el manejo, la abundancia o la concentración de individuos de la especie en el río ubicado en el cantón de Garabito, provincia de Puntarenas.
La alimentación de cocodrilos por algunos operadores turísticos irresponsables debe ser detenida, porque altera el hábitat y el comportamiento de los animales. Desde el puente del río hasta la desembocadura, la distancia es muy corta, y es previsible que la concentración aumente si hay comida fácil para una especie territorial.
De igual manera, comentan lugareños que los pescadores lanzan desechos en la boca del río al mar después de su labor, una invitación para que los cocodrilos se desplacen en busca de comida fácil.
En tres décadas de trabajar en el campo, en todo el territorio e incluso en ambientes tropicales de otras naciones, he sido testigo de la presencia del cocodrilo americano (Crocodylus acutus) en manglares, estuarios y cerca de desembocaduras en playas tropicales, por lo que no es novedad.
Corresponde entonces hacer una campaña de concienciación, documentada con base en estudios, acerca de los sitios en donde habitan, la estacionalidad de ciertos comportamientos, como por ejemplo la época de apareamiento, durante la cual los machos dominantes expulsan a otros animales de sus territorios, como dicta la ley de la selección natural, razón por la cual ocasionalmente se encuentran en lugares donde normalmente no habitan.
El Crocodylus acutus se vuelve más territorial en esa época. Es lógico pensar que, al haber una coincidencia con las vacaciones de medio año, y en vista de la disponibilidad de cámaras en los teléfonos celulares y la inmediatez con que se publica en las redes, la información corra más rápido, sin que necesariamente implique un aumento desmedido de la población del reptil.
Un análisis de las muertes que involucran cocodrilos ha demostrado que, en muchos casos, estas han sido antecedidas por imprudencias en ríos o lagunas, incluso muy lejos de las playas, en sitios como Matina, donde falleció un turista israelí a quien se le informó sobre la presencia de un cocodrilo; en el río Matina un niño falleció en el 2022, y en el río Cañas un futbolista que ingresó a nadar perdió la vida.
Un hombre ebrio entró a bañarse en el río Tárcoles; en el río Jesús María, un reptil desplazado por una tormenta atacó a un pescador; y otra muerte de un pescador sucedió en el río Coto, en Golfito.
Informarse acerca de los lugares donde habitan, hablar con los lugareños y evitar los sitios donde se sabe que hay cocodrilos contribuiría a minimizar el riesgo. No obstante, no hay evidencia de un incremento de ataques en playas, como se ha viralizado, ni de un aumento significativo en la población de la especie, sino de malas prácticas humanas que influyen en los hábitos de los cocodrilos, y esto debe detenerse.
Ronald Calvo Aguilar es geógrafo y se desempeña como naturalista en el barco National Geographic Quest.