La antropología forense tiene dos facetas: una que nos cautiva en los programas ficticios transmitidos por la televisión y en las novelas y la otra es la realidad de la vida y la muerte.
La búsqueda de personas desaparecidas, el análisis de los cuerpos de quienes han muerto sin explicación y el esfuerzo de reunificar con sus familias los cadáveres no identificados que llegan a la morgue es trabajo de los antropólogos forenses.
La antropología forense se desarrolla según las demandas particulares en cada país. En el continente americano, los dos países que más la emplean son Estados Unidos y Colombia.
El primero tiene el laboratorio más grande del mundo, dedicado a la búsqueda e identificación de combatientes de la Segunda Guerra Mundial y las guerras de Corea y Vietnam.
El segundo cuenta con una gran cantidad de antropólogos forenses en busca de personas desaparecidas por agencias estatales, especialmente desde el acuerdo de paz firmado por el gobierno con la Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en el 2016. Este acuerdo incorporó como uno de sus compromisos la participación de antiguos miembros de la guerrilla en esta labor.
Costa Rica, orgullosamente sin fuerzas armadas, no tiene una historia reciente de conflicto militar que produjera miles de personas desaparecidas y cuerpos sin identificar. Tiene la suerte de no haber requerido las aportaciones de la antropología forense de la misma forma que otros países de América Latina.
En países como Argentina, Chile, Guatemala y Perú, esta disciplina es producto de conflictos armados internos y represión estatal que resultaron en desapariciones forzadas a gran escala.
El carácter civil de las organizaciones latinoamericanas dedicadas a la antropología forense es, trágicamente, originado por el hecho de que varios gobiernos —que tienen la responsabilidad de investigar desapariciones y muertes— no lo hicieron en el pasado o lo hacen inadecuadamente en la actualidad.
Sin embargo, Costa Rica es testigo en este momento de la migración masiva y la llegada de personas de otros continentes que mueren en su intento de alcanzar una mejor vida.
Aunado a lo anterior, el aumento de la criminalidad y las muertes violentas asociadas al narcotráfico —con un alza alarmante en la tasa de homicidios— complica la situación, y, de repente, la ficción se parece cada vez más a la realidad. Esto condujo a que en Costa Rica se creara una asociación civil de antropología forense, la más reciente en el continente: el Equipo Costarricense de Arqueología y Antropología Forense (ECAAF).
En un mundo ideal, no habría antropología forense. Sin embargo, las habilidades y métodos de la antropología y arqueología forenses sí contribuyen a la realidad que se vive en la actualidad.
Por eso, con la meta no solo de responder de manera reactiva, utilizamos el conocimiento de los antropólogos forenses de manera preventiva, para educar y formar sobre políticas que en un futuro reduzcan el fenómeno de la desaparición y la muerte violenta causada por organizaciones criminales o por actos represivos relacionados con los grupos políticos de los países.
@ECAAF_CR
Georgina Pacheco Revilla y Derek Congram son miembros del Equipo Costarricense de Antropología y Arqueología Forense.
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