Se estima que mueren al año 10 millones de personas de cáncer. Más allá del sufrimiento humano, es una enfermedad con profundas y crecientes consecuencias económicas: se calcula que de aquí al 2030 el gasto en atención oncológica llegará a los $458.000 millones.
En muchos países los pacientes deben pagar gran parte de la atención oncológica en forma directa, una carga que a menudo deriva en la catástrofe financiera.
Teniendo eso en cuenta, invertir en estrategias de detección temprana y prevención eficiente no solo constituye un imperativo moral, sino también económico. La prevención es mucho más barata que los tratamientos y, cuando no es posible evitar el cáncer, su detección temprana aumenta la probabilidad de que los tratamientos resulten exitosos y los costos, mucho menores.
Cuando el cáncer avanza, toda la gama de terapias de calidad —entre ellas, la operación, radiación y quimioterapia— deben estar a disposición y al alcance de todos. Para las enfermedades no transmisibles en general, cada dólar que se invierte en intervenciones eficientes puede multiplicar por siete los beneficios, gracias a la reducción de los costos de atención sanitaria y una mayor productividad.
Aunque la prevención y el tratamiento son fundamentales, también lo son los cuidados paliativos, que alivian el sufrimiento innecesario de los pacientes, sus familiares y cuidadores, y ofrecen a los sobrevivientes planes para mantener una buena salud.
Después de la pandemia —que trastornó significativamente los servicios de cuidados paliativos— y con una cantidad cada vez mayor de sobrevivientes del cáncer en todo el mundo, es necesario invertir con urgencia en ambas áreas.
La atención oncológica integral es fundamental para alcanzar los objetivos de desarrollo social relacionados con la igualdad, la justicia social y la salud. Y, con suficiente voluntad política, podemos lograr la atención universal.
En Pakistán, la red del Hospital Oncológico Shaukat Khanum ofrece atención oncológica de primer nivel internacional. El Centro Oncológico del Rey Hussein amplió significativamente la atención y la investigación científica oncológicas en Jordania, y colabora con socios internacionales como el Hospital de Investigación para Niños St. Jude, para brindar atención a pacientes en Siria y el Líbano.
Pero los países enfrentan muchos desafíos para incorporar la atención oncológica a los esquemas de cobertura sanitaria universal (CSU). En Kenia, por ejemplo, las campañas de colaboración de un conjunto de organizaciones que buscan controlar el cáncer ampliaron el acceso a los servicios y eliminaron barreras financieras, pero sigue siendo difícil llegar a la población rural.
En Indonesia, un sistema de salud descentralizado aumentó la equidad en la salud, pero sigue habiendo brechas en la prevención del cáncer y su diagnóstico temprano. Incluso en Tailandia, que integró seis áreas de control oncológico —informática oncológica, prevención primaria, detección temprana, tratamiento, cuidados paliativos e investigación para el control del cáncer— a su esquema de la CSU, hacen falta iniciativas para mejorar la conciencia pública y garantizar que se usen los servicios relevantes.
De todas formas, el modelo tailandés pone de relieve los beneficios potenciales para la salud pública de los esquemas de la CSU que incluyen el tratamiento oncológico integral. La Unión para el Control Internacional del Cáncer, que cuenta con más de 1150 miembros en más de 170 países y territorios, trabaja continuamente con los gobiernos y otras partes interesadas en todo el mundo para desarrollar estrategias para control del cáncer e integrarlas a los planes nacionales de cobertura médica.
Así como las metas sin planes son solo deseos, los planes sin recursos específicos no hacen más que acumular polvo. A menos que los servicios oncológicos esenciales estén cubiertos por los esquemas básicos de cobertura médica, seguirán siendo inaccesibles o inasequibles para muchos de quienes los necesitan.
Cuando la cobertura de salud existe, es fundamental limitar los pagos directos de los pacientes. Los pacientes oncológicos suelen utilizar el máximo de los montos deducibles poco después del diagnóstico debido a la gran cantidad de pruebas y procedimientos a los que deben someterse, pero los tratamientos suelen extenderse durante meses o años, y requieren numerosas consultas a médicos, pruebas, intervenciones quirúrgicas, tratamientos de radiación, medicamentos y otros servicios.
Una estrategia nacional eficaz para el control del cáncer debe reflejar la comprensión de los detalles vinculados con la relación entre costos y eficacia, que no solo incluya los costos iniciales, sino también los ahorros a largo plazo, considerando las mejoras en la calidad de vida y el aumento de la productividad.
También debe incluir el compromiso de ocuparse no solo de la enfermedad en sí, sino también de la experiencia holística de cada persona, y la firme determinación de eliminar las barreras financieras y culturales que impiden el tratamiento y diagnóstico tempranos.
Sonali Johnson es directora de conocimiento y propugnación de la Unión para el Control Internacional del Cáncer.
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