Varios artículos de opinión publicados en La Nación enfatizan la necesidad de un cambio en la educación. Desde hace tiempo, se nota cómo el currículo academicista, basado en una lista interminable de materias, saca de las aulas principalmente a jóvenes de clases más bajas, que no encuentran más alternativa que tirarse a las calles a vender chupas o chocolates, cuidar carros o dedicarse al negocio de las drogas.
La mayoría somos conscientes de que nuestra educación se asienta sobre un currículo obsoleto muy diferente del sistema privado. Este último ofrece condiciones superiores en cuanto a infraestructura, tecnología etc. Varios centros particulares integran el bachillerato internacional para preparar mejor académicamente a sus estudiantes para el ingreso a las universidades, sobre todo, extranjeras.
No puedo precisar la fecha exacta, creo que fue en 1996 cuando Joyce Zurcher escribió en un artículo lo siguiente: “Estamos formando dos tipos de ciudadanos: los que reciben una educación excelente y los que no pueden hacerlo porque la educación pública ya no da la talla”.
Ronald Matute, jefe de información de La Nación, escribió hace poco una columna titulada “Carreras técnicas obsoletas”, donde expuso el desfase entre las carreras técnicas y las necesidades del mercado laboral. Esto se nota no solo en las carreras impartidas en los colegios técnicos, sino también en las universidades.
¿Cuántos profesionales trabajan para Uber o manejan taxis? Los que saben un poco de inglés consiguen trabajos en los call centers o Amazon. ¿Por dónde comenzar a mejorar la educación? Con un cambio curricular, como lo señaló el ingeniero Jorge Woodbridge.
Cambiar un currículo no significa quitar y poner materias a nuestro antojo; es un trabajo profundo, serio y difícil, que deben llevar a cabo los especialistas en planeamiento curricular. El planeamiento curricular es una rama de las ciencias de la educación. Imagino que el Ministerio de Educación cuenta con este personal.
La primera etapa consiste en una investigación de los fundamentos psicológicos, filosóficos y socioculturales de las regiones. La educación no puede fundamentarse en un mismo currículo para toda la nación. No puede ser el mismo para las costas que para el centro.
Woodbridge, en el artículo titulado “Nuevo modelo educativo” (9/8/2022), afirmó que es necesario determinar cuáles son las habilidades y destrezas requeridas para competir en el mundo globalizado, cada vez más exigente en cuanto a calidad e innovación.
Se debe tomar en cuenta las necesidades y características particulares de cada región, las diferencias individuales de los estudiantes y la relación con su capacidad e interés.
Desafortunadamente, el currículum no está diseñado, casi en ningún caso, para responder a las necesidades del educando. La educadora Marta Arango opina que esta es una de las razones del ausentismo y deserción del sistema educativo.
Después de realizar el estudio de todos los aspectos mencionados, se define el perfil del estudiante que se quiere fomentar, las destrezas que respondan a las demandas del mercado.
Se escribe en demasía sobre la relevancia de la tecnología y el idioma inglés, y con razón, pero también queremos un currículum humanista, que forme personas honradas, respetuosas de los demás y de los principios democráticos, y que tomen en consideración las aspiraciones, condiciones y limitaciones del ambiente.
El escritor Carlos Fuentes, en una entrevista con La Nación el 6 de julio de 1999, declaró: “Se está creando una cultura de consumo, una cultura artificial de comunicación entre comillas, para hacer creer —a cada vez más gente— que porque se recibe mucha información se está bien informado”. No debemos olvidar la parte espiritual del ser humano, enseñarlo a apreciar la música, la literatura, la protección de la naturaleza, etc.
Con base en los objetivos se definirán los procesos de aprendizaje, los materiales y otros, que en este momento están muy lejos de la pizarra y la tiza. El diseño curricular incluye muchísimos más aspectos que son para dar un curso entero, como por ejemplo la administración del currículo, recursos humanos, financiamiento, etc.
Con respecto a la formación docente, si ellos no están bien preparados, no llegaremos a ninguna parte. Woodbridge se refirió a este aspecto y muchos otros, como infraestructura y financiamiento, y propuso muy buenas soluciones, cosa que admiro de todos sus artículos.
En cuanto a la enseñanza del inglés, que es una de mis especialidades, la situación es complicada. En mi tiempo —e imagino que todavía—, en la Universidad de Costa Rica se preparaba a los profesores con las técnicas más modernas.
En esa época, como debe ser ahora, se hacía énfasis en la comunicación oral. Desafortunadamente, los profesores con mayor dominio del inglés y formación metodológica son contratados por escuelas y colegios privados.
Se ha comprobado que no hay suficientes profesores competentes en el dominio del idioma, ni en su metodología de enseñanza. Contar con buenos profesores de inglés no es tarea fácil. Ojalá no estén enseñando todavía solo gramática o una lista de palabras y traducción.
La autora es catedrática pensionada de la UCR.