Desde la presentación del informe de Schwab en el Foro Económico Mundial sobre la Cuarta Revolución Industrial, se han generado un número considerable de artículos, debates y videos sobre la previsión de los países para enfrentar los escenarios ahí planteados. Al tratamiento del tema por Schwab, y sobre todo su propuesta de que la fuerza motriz de esta cuarta revolución surge no solo de la generación de poderosos dispositivos digitales y de interfaces que están interviniendo hasta en los momentos más íntimos de nuestras vidas, se suma una conjunción de elementos como el envejecimiento de nuestras sociedades o el imperativo de cuidar el planeta.
Las interacciones de las tecnologías digitales, la producción exponencial de nuevo conocimiento y las nanotecnologías están generando sinergias extraordinarias con repercusiones que afectan profundamente todos los sistemas que conforman una sociedad, transformaciones con alcances nunca antes vistos por la humanidad.
En el pasado. ¿Cómo se prepara Costa Rica frente a este panorama? Paradójicamente, me da la impresión de que el país sigue enfrascado en problemas del siglo pasado que aún no termina de solucionar, pero que en este nuevo contexto empiezan a desdibujarse.
Temas como el transporte y la infraestructura vial, por ejemplo, ya están transformándose en los países con más capacidad de proyección y de construcción proactiva, trazándose desde otra lógica completamente diferente.
Preocupa en particular la educación nacional, pivote y catalizador histórico de nuestro modelo de desarrollo humano. La educación sigue trabajando en cambios como la reforma de los currículos, muchos son aún modificaciones de contenidos, como si el conocimiento no fuera ya un bien de acceso abierto gracias a los aparatitos que llevamos prácticamente todos en el bolsillo. O cambios en la metodología, sin asomarse aún con suficiente propiedad o profundidad a las ciencias cognitivas que avanzan a ritmos exponenciales, que arrojan luz abundante en temas tan fundamentales para diseñar un sistema educativo, como el desarrollo de la capacidad de pensar o de aprender de las personas.
¿Cómo pensamos los seres humanos? ¿Cómo memorizamos? ¿Cómo comprendemos conceptos complejos? ¿Cómo aprendemos a usar ese conocimiento que vamos construyendo con nuestros circuitos neuronales? Preguntas que, al contestarlas, reconocemos que los conocimientos son incompletos, con lo que ya sabemos nos veríamos obligados a diseñar el aula y su dinámica, y el programa de estudios, de manera completamente diferente a lo que hacemos, a lo que se ha hecho desde la era industrial en que las sociedades decidieron universalizar la educación básica –masificarla– y copiar para ello el modelo de producción industrial de aquella época.
Personalización. Si hay algo que esta cuarta revolución permite es la personalización de bienes y servicios. Si hay algo que el ser humano disfruta y valora, es que se reconozca su singularidad. Si hay algo de lo que la sociedad se beneficiaría, es de aprovechar esa diversidad de talentos e intereses, no para estandarizarlos y encasillarlos, sino para construir una cultura más rica, armónica, más justa y próspera.
Aún estamos resolviendo los temas de la masificación, todavía insistimos en la estandarización, cuando el mundo visionario ya está trabajando en la personalización. Seguimos trabajando en saberes y habilidades que se definieron por el valor que representaban en su momento para la sociedad de hace dos siglos. Mientras tanto, el futuro nos mira, no sé si con ironía o pena.
La rigidez de las instituciones, pero sobre todo la de las mentes, nos tiene atascados en el pasado. Mientras el futuro podría estar resbalándose entre los dedos, seguimos enfrascados en la defensa a ultranza de “posiciones y posesiones” como dice un buen amigo mío. Ya empiezan a desaparecer muchos de los perfiles y puestos de trabajo tradicionales para ser sustituidos por inteligencia artificial, Internet de las cosas y muchas opciones más. Es urgente revisar y actuar.
La educación para la nueva sociedad puede y debe ser más personal, ubicua y estimulante. Requiere enfatizar el desarrollo de capacidades para aprender a usar el conocimiento disponible –enorme– e innovar. Necesita reforzar sus bases científicas para diseñar las nuevas ofertas educativas a partir de estos conocimientos, la experiencia acumulada y las nuevas tecnologías digitales.
Urge evolucionar de procesos estandarizados y sincronizados propios de la era industrial hacia una educación personalizada, asincrónica, interactiva y ubicua, que estimule el desarrollo de los talentos e intereses de los estudiantes, las competencias clave del siglo XXI y la responsabilidad de las personas para con la sociedad y el planeta.
La autora es directora ejecutiva de la Fundación Omar Dengo y catedrática de la UCR.