El 6 de marzo del 2020 quizás sea una fecha que los costarricenses no olvidaremos, pues ese día se confirmó el primer caso positivo en Costa Rica por SARS-CoV-2, causante de covid-19.
Múltiples acciones preparatorias fueron planificadas en las seis semanas anteriores, pero en ese momento era imposible dimensionar el impacto real de una emergencia sanitaria sin precedentes en nuestra generación.
Con la confirmación del primer caso, se alertó al país sobre la importancia de tomar las medidas necesarias para reducir el efecto de una emergencia sanitaria para la cual el mundo no estaba preparado.
Por los noticiarios, sabíamos lo que ocurría en otros países, sobre todo en Francia, España e Italia. Aquí estábamos expectantes de cómo evolucionaría la enfermedad en Estados Unidos y veíamos muy lejano lo que estaba pasando sobre todo en China y Corea.
Ese 6 de marzo, a las 2 de la tarde, el presidente de la República y sus jerarcas anunciaron al país que era hora de tomar acciones preventivas y que inevitablemente en los días, semanas y meses siguientes nos enfrentáramos al virus.
Fue una emergencia sanitaria sin precedentes, que evidenció que ni las superpotencias ni los países con múltiples recursos escaparían a tales consecuencias. Muchas de las medias preparatorias fueron cuestionadas, y a veces se creía que los escenarios eran impensables; sin embargo, las acciones permitieron evitar desgarradoras escenas como las que vimos en otros países.
Aunque con el paso del tiempo entendimos que cada día nos traía una nueva complejidad, cada una era una circunstancia distinta para alguien y cada acción. Por más técnicamente acertada que fuera, tenía uno o más efectos positivos y negativos, justamente lo que caracteriza una emergencia sanitaria y compleja.
Aún es pronto para conocer las consecuencias finales de la pandemia, el mundo se recupera de sus consecuencias, falta tiempo para saber si aprendimos la lección. Lo que es real y lo sabemos es que estamos más expuestos a diversos tipos de crisis que causan desastres y golpes sistémicos, por lo que cada vez es más relevante tomar acciones tempranas con el fin de reducir los riesgos conocidos y los emergentes.
Debemos reconocer a los millones de costarricenses que tomaron la responsabilidad en sus manos y lucharon para que a sus casas y centros de trabajo no llegara el mortal virus.
El autor es expresidente de la Comisión Nacional de Emergencias (CNE).