Hace una semana, el Centro Latinoamericano para la Competitividad y el Desarrollo Sostenible del Incae Business School, en asocio con el Foro Económico Mundial, lanzó el Informe Global de Competitividad 2016–2017. El informe consiste en la evaluación de las instituciones, políticas y factores que determinan la productividad de un país. Productividad no es otra cosa que hacer más con los mismos insumos.
¿Para qué ser más competitivo? Ser más competitivo importa por tres razones fundamentales. Primero, la productividad es el elemento fundamental para crear riqueza y elevar los estándares de vida. Aunque hoy sabemos que el crecimiento económico no lo es todo, está claro que no se puede hacer chocolate sin cacao.
Segundo, los países más productivos ofrecen mayor rendimiento a la inversión. Esto importa a las compañías que buscan dónde invertir, pero también significa que inversiones públicas en infraestructura, educación y capacidades tienen más probabilidades de convertirse en crecimiento económico y progreso social.
Tercero, se ha determinado que las economías más competitivas son más estables y resilientes a los vaivenes de los mercados y las crisis internacionales.
¿Cómo está Costa Rica? Se ubica en el lugar 54 de 138 países evaluados. Su calificación es de 4,4 puntos de 7. El análisis de los últimos 10 años sugiere que la competitividad de Costa Rica se ha estancado. En dicho lapso, el crecimiento promedio ha sido prácticamente nulo.
El país pasó de ser la segunda economía más competitiva de América Latina en el 2006, detrás de Chile, al cuarto lugar en el 2016, superado ahora, además, por Panamá y México.
Costa Rica alcanza su mejor desempeño absoluto en los pilares de educación básica, salud y educación superior. Su mejor desempeño relativo (en comparación con otros países) lo logra en el pilar de innovación.
Estos resultados reflejan que 195 años de inversiones acumuladas en salud y educación no pasan en vano. Desde nuestra independencia, hemos hecho la apuesta correcta en estas materias. Sin embargo, en los indicadores de infraestructura de transporte, ambiente macroeconómico y eficiencia de los mercados, el país ha retrocedido sistemáticamente.
La calidad de las carreteras costarricenses la ubican en el puesto 125 de 138 países y los resultados para puertos y el ferrocarril apenas se acercan al puesto 100. En el ámbito macroeconómico, las finanzas del Gobierno se han deteriorado al punto que el déficit fiscal es de casi un 6% del PIB, con lo cual nos ubicamos en el lugar 110 del mundo.
Los mercados en Costa Rica se caracterizan por una creciente y excesiva regulación que explica en parte el alto costo relativo para invertir y consumir.
Los monopolios y oligopolios son comunes en varios sectores de la economía, incluidos la agricultura, la industria alimentaria, el transporte público y la energía. La mayor parte de estas estructuras anticompetitivas son avaladas por la ley.
El costo de las políticas proteccionistas –incluida la prevalencia de barreras no arancelarias–, el número de días para establecer un negocio y la carga de los procedimientos aduaneros, ubican al país en los últimos lugares del ranquin de competitividad global.
Pero, sin lugar a dudas, la tendencia más preocupante se observa en el pilar de instituciones, es decir, aquellos indicadores que se refieren al imperio de la ley y las reglas del juego. Tradicionalmente un bastión de nuestra competitividad y motivo de orgullo, la institucionalidad costarricense muestra un importante deterioro a la luz del IGC.
Los resultados señalan que los empresarios desconfían crecientemente de los políticos, temen por desvíos y desperdicios de fondos públicos, sufren por los costos del crimen y la violencia y están agobiados por la excesiva regulación; indicador donde nos encontramos en el puesto 126 de 138.
¿Por qué las cosas no pasan? Otro de los instrumentos que utilizamos para llevarle el pulso a la competitividad nacional es una pregunta que se les hace a los empresarios. ¿Cuáles son los 5 principales problemas que tiene el país? Invariablemente, desde hace 10 años, los problemas 1 y 2 son burocracia e infraestructura. Los mismos problemas, los mismos lamentos, pocas respuestas.
Pese a la relativa oscuridad competitiva en que nos desenvolvemos, hay esperanza. Para empezar, Costa Rica ya hizo lo más difícil. Todo país de renta media se deslumbra por nuestros avances en educación, salud y protección de la naturaleza. Nuestras falencias están en las cosas más sencillas, que se resuelven con cemento, varilla y, sobre todo, buena gestión.
Nuestras mejores obras de infraestructura de transporte se hicieron o administran en el marco de alianzas público-privadas y concesiones: la carretera 27, el aeropuerto, la terminal granelera de Caldera y la próxima terminal de contenedores de Moín.
Está clarísimo que estos modelos funcionan, pero necesitamos más escala, más cobertura y, sobre todo, la voluntad de que las cosas sucedan.
Pero, además, donde el Gobierno Central parece haber tirado la toalla, los gobiernos locales han tomado la batuta. Una nueva generación de líderes municipales ejecutan una vigorosa agenda de infraestructura.
Hoy, el marco legal permite la conformación de empresas de servicios públicos con capital privado así como alianzas entre municipales para lograr mayor cobertura y economías de escala.
El sistema financiero tiene los recursos y los mecanismos para apoyar esta agenda municipal, que perfectamente puede resolver muchos de los cuellos de botella que afrontamos.
El autor es director del Centro Latinoamericano para la Competitividad y el Desarrollo Sostenible (CLACDS) de Incae Business School.