Son abundantes las acciones cotidianas que demuestran el comportamiento contradictorio de muchos costarricenses, rayano, en ocasiones, a la práctica de una doble moral.
Un ejemplo es la conducta en las redes sociales, donde es indistinto publicar o enviar mensajes, memes, imágenes o videos de contenido espiritual, moral o religioso, seguidos de otros explícitamente vulgares y, algunos, hasta pornográficos.
También son muchos los que critican la corrupción de los empleados públicos, pero, a la vez, para evitar una multa de tránsito o agilizar un trámite no tienen reparo en sobornar a la autoridad o funcionario que corresponda, actuando, ni más ni menos, que como corruptores.
Son legión los profesionales, comerciantes y empresarios que se consideran ciudadanos distinguidos, irreprochables y altruistas, pero no tienen empacho en engañar a la Tributación con amañadas o falsas declaraciones de impuestos, en una acción ilegal, corrupta y de absoluta insolidaridad social.
La mayoría de los costarricenses se creen, y así lo pregonan, liberales, abiertos, tolerantes, comprensivos, respetuosos de las diferencias, pero la verdad es que lo que se dice de cara al público no siempre es congruente con la manera de comportarse.
Con frecuencia, por ejemplo, se asegura respetar a los homosexuales, a los inmigrantes, a otras razas, pero se aceptan con normalidad las expresiones groseras y burlonas, propias y ajenas, contra las personas de esas condiciones, igual que se celebran los chistes sobre ellos, actitud que desnuda una gran hipocresía.
Conducta conocida. Esta actitud discriminatoria, homófoba, xenófoba o racista de muchos costarricenses fue señalada valientemente por la exdefensora de los habitantes Monserrat Solano en una entrevista publicada en este diario hace algunas semanas, opinión que provocó una andanada de insultos en su contra, en una airada reacción reveladora, precisamente, del alto nivel de intolerancia presente en nuestra sociedad.
Ni qué decir sobre el machismo, negado por todos, pero que sus repudiables y crueles manifestaciones, de diversa naturaleza, se ven cada día.
Se condena sin piedad a quienes incumplen los valores éticos y morales y se hace escarnio de ellos, pero siempre y cuando esas personas no pertenezcan al propio grupo familiar, al círculo de amistades íntimas, porque cuando ese es el caso, entonces se buscan excusas para disculparles, para disimular sus faltas, sus infracciones o delitos, para minimizar las perniciosas consecuencias de sus actos inmorales o ilegales.
En la política. Esta conducta contradictoria y moralmente ambivalente tiene su manifestación también en la política, donde la aspiración no se corresponde con la realidad, pues se exige la excelencia ética y moral de nuestros dirigentes, pero con facilidad, y pese a la contundente evidencia, sus incumplimientos al respecto se disimulan u olvidan, y a los infractores se les concede indulgencia y perdón. Con naturalidad se pasa de la crítica y censura implacable, a la permisividad, a la justificación y a la tolerancia de sus actos corruptos o inmorales.
“De por sí todos roban”, “roban pero hacen cosas”, “los otros son más corruptos”, son solo algunas expresiones con las cuales muchas veces se justifica, con un alto grado de cinismo y de doble moral, el apoyo a un partido o a un candidato determinado, relativizando así los valores éticos y morales de nuestra sociedad y degradando nuestras propias convicciones.
En las elecciones, el tema ético y moral siempre ha sido muy manoseado, no faltan las rimbombantes declaraciones y compromisos de los actores políticos, ni mucho menos las recriminaciones y acusaciones recíprocas, pero, al final, ese tema resulta secundario y son otros los factores que definen los resultados, porque, aunque la mayoría afirma otorgarle prioridad a ese asunto, lo cierto es que este no es determinante para definir su preferencia política o electoral porque en este campo la pasión, los sentimientos y las emociones predominan sobre la razón, el discernimiento y la perspicacia.
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Habituales y recurrentes son, como lo hemos constatado con estos pocos ejemplos, las manifestaciones que revelan, con claridad meridiana, la ambivalencia de la conducta de muchos costarricenses y la poca solidez y observancia de los principios y valores que dicen profesar.
El autor es exembajador.