Leí con muchísimo interés y alivio el artículo publicado el 15 de abril titulado «Hidroeléctrica privada condenada al cierre por el ICE enciende de nuevo gracias al bitcóin».
No solo me llamó la atención la novedosa reinvención de las plantas mencionadas, sino también la contribución a disminuir mi preocupación por la paralización de las generadoras de energías renovables en manos privadas.
No es lógico que un país pionero y con tradición en la producción de energías limpias prescinda de ellas, no en la coyuntura que vivimos y no en el futuro que nos espera.
Hablo de infraestructura creada y en perfecto funcionamiento puesta a dormir por problemas financieros estatales y porque tiene excedentes, además de una legislación que impide vender o exportar esa electricidad.
La tendencia mundial está clara: los combustibles fósiles se acabarán más temprano que tarde, y toda la infraestructura nos vendrá muy bien cuando la demanda nacional de electricidad renovable aumente o cuando otros países de la región necesiten nuestro sobrante.
No es comprensible que el país esté dispuesto a dejar que las plantas se deterioren por el desuso y permita la pérdida de empleos a causa de los cierres, si claramente son un activo de tantísimo valor mientras atravesamos una de las peores crisis económicas que nos ha tocado enfrentar.
Con tanta proyección futura, dado el impacto ambiental del modelo de generación energético actual en nuestro planeta, y a pesar de las nuevas necesidades tecnológicas de la modernidad, la creciente minería de criptomonedas es un ejemplo.
De acuerdo con el diario británico The Guardian, el creador de Tesla, Elon Musk, no recibirá más bitcoins por la compra de sus vehículos en razón del elevado uso de combustibles fósiles para generar la electricidad necesaria para la extracción del carbón.
Las criptomonedas se crean cuando supercomputadoras compiten unas con otras para resolver complejos problemas matemáticos, en un proceso que consume muchísima energía.
Para tener una mejor idea, la minería de bitcóin consume la misma cantidad de energía anual que los Países Bajos en el 2019, según datos de la Universidad de Cambridge y de la Agencia Internacional de la Energía.
La decisión de Tesla originó una caída del 17 % en la cotización, lo que demuestra una clara incidencia del problema de producción sobre el futuro de las criptomonedas que deberá resolverse pronto.
Potencial costarricense. Sería interesante explorar la posibilidad de que nuestro país se convierta en un hub de minería digital, siguiendo los pasos de los hermanos Roberto y Eduardo Kopper, precursores en la aceptación de la moneda, y plantas hidroeléctricas supliendo de electricidad a centros de minería digital.
Se traduciría en reactivación económica mediante el aprovechamiento del potencial para convertir a Costa Rica en un referente mundial de la minería de criptomonedas, sostenida por la producción de energías limpias, bajo la consigna costarricense de destacar esta actividad amigable con el ambiente.
Las alianzas público-privadas podrían potenciarse aún más. Debemos empezar a tocar puertas para conseguir una colaboración que beneficie a todos.
Así como existe interés por atraer nómadas digitales para que trabajen desde nuestro territorio, debería contemplarse enganchar a más mineros digitales dotándolos de las condiciones requeridas, con el incentivo de que su labor será fruto de una energía limpia y moderna.
De esta forma contribuiríamos a mitigar el impacto ambiental causado por la extracción de criptomonedas y obtendríamos beneficios económicos significativos por estar a la vanguardia en el suministro de la mejor energía para esta industria.
La autora es abogada.