Si hablamos del sector salud, Panamá ha superado –durante varios años– a Costa Rica, particularmente en lo que se refiere a investigación clínica. Los investigadores panameños se han destacado por una producción científica notablemente superior a la de sus colegas costarricenses, gracias, en gran medida, a la presencia de especialistas altamente capacitados, el apoyo de la Ciudad del Saber para estudios clínicos y los pacientes que se benefician de nuevos tratamientos.
Aunque Costa Rica también cuenta con científicos de alto nivel y con pacientes, los ocho años correspondientes a las dos administraciones del Partido Acción Ciudadana (PAC) se caracterizaron por restricciones sistemáticas a la investigación clínica.
Consecuentemente, numerosos investigadores se trasladaron a países donde la investigación es promovida y valorada. Este problema en Costa Rica se originó con un decreto contra la investigación clínica impulsado por un diputado del PLN junto con su sobrino del Partido Movimiento Libertario, apoyado por diputados del PAC. El resultado tuvo impactos muy negativos para los pacientes.
El avance de la medicina moderna requiere la utilización de medicamentos en fase de investigación. Limitarlos puede ser perjudicial, pues se restringen nuevas opciones terapéuticas. Un ejemplo histórico es la vacuna conjugada contra H. influenzae tipo b, que no estaba incluida en el esquema básico de inmunizaciones y aún no contaba con la aprobación del Ministerio de Salud, lo que resultó en numerosos casos de meningitis bacteriana en el Hospital Nacional de Niños. Similar situación ocurrió con la vacuna contra S. pneumoniae.
Actualmente, existen vacunas innovadoras como la del virus del papiloma humano, contra el cáncer de cuello uterino, y la del virus respiratorio sincitial, que, aplicada a mujeres embarazadas al final del embarazo, reduce infecciones en recién nacidos mediante la transferencia de anticuerpos.
Estos estudios de vacunas se han realizado a nivel global, siguiendo estrictos criterios ético-científicos, mientras que Costa Rica ha permanecido inactiva en este campo, perdiendo oportunidades significativas para avanzar en ciencia y salud. Claro ejemplo de esta inactividad fue la escasa participación nacional en estudios de vacunas contra el coronavirus, lo cual contrasta con su desempeño ejemplar durante la crisis de influenza H1N1, cuando fue pionera en incluir a numerosos pacientes en estudios de vacunación.
Es lamentable que nuestro país actualmente tenga una participación tan limitada en estudios de seguridad y eficacia de vacunas contra diversos virus y bacterias. Mientras aquí se debatían temas como la compra de cubrebocas y la vacunación contra el coronavirus y, más recientemente, la instalación de farmacias en la Caja Costarricense de Seguro Social y el problema de las listas de espera, Panamá y otras naciones del Istmo han estado invirtiendo activamente en investigación. Esta diferencia es notable y debería ser motivo de preocupación en Costa Rica.
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Adriano Arguedas Mohs es médico pediatra infectólogo.