Como salubrista público he sido persistente en mis artículos con el propósito de que las autoridades sanitarias y los gobernantes califiquen la crisis causada por el SARS-CoV-2 como sindemia.
No estamos en una pandemia porque existe una sinergia entre el agente infeccioso y las enfermedades crónicas, o comorbilidades, y las inequidades sociales. La recalificación es fundamental para variar la estrategia de atención de las crisis sanitaria, económica y humanitaria originadas por la covid-19.
En concordancia con estas variables, la atención debe establecerse de la siguiente manera: primero, para disminuir el contagio, es necesario el lavado de manos con agua potable y jabón, el distanciamiento físico y el uso de la mascarilla; segundo, fortalecer nuestro sistema inmunitario; tercero, administrar a las personas las dos dosis de la vacuna; cuarto, equilibrar la atención de los contagiados y los tratamientos de las enfermedades crónicas de las personas (diabetes, asma, problemas cardiovasculares y otras); quinto, crear empleo, reactivar la economía y mejorar el acceso a agua potable, saneamiento e higiene; y, sexto, resolver el problema de la educación.
Las vacunas ayudan a controlar las infecciones, pero no son toda la respuesta. Mejores condiciones de vida disminuyen las probabilidades de un agravamiento en caso de contagio y es fundamental el seguimiento adecuado a las enfermedades crónicas.
La diferencia entre manejar la crisis sanitaria como una pandemia o sindemia radica en que la primera se atiende de forma alopática, enfocándose en medicamentos bilógicos, que no generan inmunidad comunitaria, como se ha dicho. Las vacunas, hasta el momento, no han cortado los contagios.
Si se considera sindemia, el tratamiento será holístico, sin descuidar lo sanitario, económico y humanitario. Es hora de enfrentar la crisis como lo que realmente es.
El autor es salubrista público.