La costa Pacífica de la península de Nicoya es el objetivo de un plan inmobiliario y turístico sin precedentes, que pintan como la solución a los problemas de la región.
En estos momentos aciagos, es una posible tabla de salvación para una economía naufragante; sin embargo, hay peros. Conlleva un alto consumo y una demanda creciente de agua.
Es paradójico que la zona costera de la península cuente con una oferta muy limitada de agua, lo cual apenas es mencionado en los discursos recientes sobre las bondades del turismo y la industria inmobiliaria locales.
La tectónica produce que la península se levante continuamente, mientras el valle del Tempisque y el golfo de Nicoya se hunden paulatinamente. Así, mientras en la parte interna de la península se ha formado un gran acuífero aluvial permeable (acuífero Tempisque) en la costa solo existen delgados y poco extensos acuíferos que si acaso sostienen una demanda que no va más allá de las necesidades domésticas y no rendirán los volúmenes necesarios para planes intensivos.
No hay capacidad de almacenamiento acuífero para retener el agua en invierno para ser usada en verano. Los acuíferos costeros se recargan cuando cae lluvia y se descargan cuando no. Punto, hay agua solo cuando llueve.
Necesidad de tratamiento. Otro efecto de la tectónica local es que, entre el valle aluvial del Tempisque y la costa, un trasvase de agua debe hacerse por bombeo para salvar las montañas y colinas que los separan. Además, casi todo el terreno plano del valle del Tempisque es de cultivo, de aplicación de agroquímicos y centros poblados, es decir, el agua que entra directamente como recarga desde la superficie hacia el acuífero va contaminada y debe ser tratada.
En el acuífero Tempisque existen más de 2.000 pozos registrados y sabrá cuántos más sin registrar, según los archivos de Senara.
Una de las soluciones es el llamado Proyecto de abastecimiento de agua para la cuenca media del río Tempisque y comunidades costeras (Paacume), que consiste en traer agua del final del canal del oeste (Senara), mediante la construcción de una presa y un embalse en el río Piedras, así como de un canal hasta Palmira, una planta potabilizadora y acueductos costeros.
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El Paacume calcula unos 2.000 litros por segundo para consumo humano, a un costo unitario de $2,41 a $11,53 por metro cúbico, según el escenario de análisis.
No dudamos de las bondades de este ambicioso plan, pero quizás su área de influencia esté sobrevalorada y la participación privada, infravalorada.
Llevar esas aguas a lugares como bahía Salinas o a la zona comprendida entre Sámara y Santa Teresa es irreal. No está considerado en el Paacume, ya que, de serlo, los promotores sabrían que no es sostenible a ningún costo.
El valor por metro cúbico que señala Senara en su plan del 2018 es solo para el agua conducida hasta Palmira. Falta contabilizar que el AyA tendrá que potabilizarla y bombearla para que llegue a las zonas costeras, y solo para el área comprendida entre Papagayo y, a lo sumo, Junquillal.
Desalinización. Como alternativa, planteamos que el AyA emprenda la desalinización de agua marina en plantas de alta y media capacidad, distribuidas a lo largo de la costa. Plantas productores de 100 a 200 litros por segundo abastecerían entre 25.000 y 50.000 personas cada una.
Esta tecnología es de uso en todo el mundo. La costa de la península de Nicoya, considerada como semidesértica, es un escenario ideal para utilizarla. El costo de producción promedio de la desalinización alcanza entre $0,9 y $1,2 por metro cúbico, y el costo de inversión podría rondar de $90.000 a $120.000 por litro por segundo de agua producida.
Se trata de una tecnología competitiva si se la compara con las tarifas señaladas por Senara en el 2018 para el proyecto Paacume.
El costo mayor de la desalinización es la energía; sin embargo, las plantas generadoras privadas están cerrando porque el ICE no les compra. Ese recurso energético podría servir para desarrollar proyectos de desalinización en Guanacaste a costos más bajos.
El AyA podría echar a andar el plan mediante fideicomisos similares al utilizado en el proyecto Sardinal-El Coco. Aportes privados de los futuros usuarios darían el contenido económico para este tipo de planes, que son de inmediata concreción: no precisan obras mayores y las plantas se adquieren completas, instaladas en contenedores y listas para operar. Debe hacerlo el AyA y no dejarlo en manos de las Asadas.
Las dos opciones son significativas, pero no comparables. El Paacume incluye la construcción del embalse, canales, la planta potabilizadora y acueductos, y expropiación de tierras, mientras que la desalinización tiene como único punto relevante la disposición adecuada de la salmuera residual del proceso. Los demás elementos son de escala menor comparados con el Paacume.
Pareciera que para la zona norte y la sección media y sureste de la península no hay más opciones. Cosa aparte es el aprovechamiento integral y racional del agua proveniente del embalse Arenal y su uso múltiple en las márgenes izquierda y derecha de la cuenca media del río Tempisque, donde, en nuestra opinión, el Paacume es impostergable.
Roberto Protti Quesada es geólogo y William Murillo Montero, ingeniero civil y exfuncionario de Senara.