La oligarquía se define como el gobierno de pocos. En Costa Rica, la “democracia” vendió la ilusión de romper con la oligarquía cafetalera histórica mediante el predominio del pueblo en el gobierno mediante las elecciones. Sin embargo, la constitución del 49 y el modelo político dieron base a nuevas formas de oligarquía, al imponer restricciones a la libertad política, supeditando el derecho de elegir y ser electo a la participación en partidos políticos. En su mayoría, esos partidos son dominados por grupos de interés o personas, y paradójicamente los financiamos todos gracias a la deuda política.Si se revisan los nombres, grupos familiares, económicos, etc. que han ostentado cargos políticos o públicos, fácilmente se puede identificar una oligarquía de facto, que ha vivido del Estado y ha hecho de la política y de la función pública su “modus vivendi”: hoy diputado, mañana cónsul, alcalde, ministro, directivo bancario, presidente, etc. Avatares (¿vividores?) que brincan de una silla a otra y en muchos casos no están preparados para ninguna de las funciones, pero se valen del sistema para sostenerse en la oligarquía.Bajo esta realidad, hablar de democracia no tiene mucho sentido y, desafortunadamente, la meritocracia en los puestos claves queda de lado. Al gobierno y a la administración pública no llegan los mejores. Llegan los mismos. Si fueran los más preparados no importaría, pero los resultados demuestran lo contrario.En una entrevista a Lee Kuan Yew para “Hard Truths to Keep Singapore Going”, el dirigente proclamó: “Nosotros no podemos encontrar suficiente gente buena para conducir el gobierno, constantemente buscamos candidatos… Sin personas con integridad y habilidad para dirigir las instituciones claves y el gobierno, el país irá hacia abajo... Una vez que se tiene a la gente débil a la cabeza, el sistema completo lentamente va hacia abajo, es inevitable”.
Singapur es uno de los países más desarrollados del orbe, a pesar de medir menos de 800 km2, carecer de recursos naturales diversos ytener una población similar a la de Costa Rica.
Singapur nos supera ampliamente en la mayoría de indicadores: desarrollo humano, PIB, ingreso personal, salud, educación, vivienda, seguridad, etc.
Con base en un informe de la Contraloría General de la República, La Nación publicó que “Siete de cada diez jerarcas carecen de estudios adecuados… Para fungir como ministro o viceministro en CR, solo se necesita ser ciudadano en ejercicio, mayor de 25 años y no estar vinculado al estado clerical... De los 110 evaluados, la mayoría de los ministros tiene un grado académico, pero los problemas más graves están en los rangos inferiores... Lo expuesto conlleva la posibilidad de que los nombramientos en esos cargos recaigan en personas en las que no concurran las competencias indispensables, para el direccionamiento… de los ministerios e instituciones fundamentales para la vida de los costarricenses...”Si se comparan las conclusiones del estudio de la Contraloría con la visión de Lee Kuan Yew, es fácil entender por qué la diferencia en los indicadores y resultados. En Costa Rica cualquiera ocupa puestos claves en donde se define el destino de la colectividad.
De la entrevista a Lee se desprende, además, que en un país con escasa población, el talento realmente calificado es muy escaso, por lo que no hay posibilidades reales de que un solo partido político pueda constituir un gobierno de primer orden, mucho menos darse el “lujo” de rotar cada cuatro años a los líderes de cada sector, en una especie de suicidio colectivo periódico.
Probablemente el mayor reto que hoy enfrenta Costa Rica para retomar el rumbo y el tiempo perdido, es constituir un equipo de gobierno que reúna lo mejor del país para dirigir las instituciones claves, donde la meritocracia esté por encima de los vaivenes de la democracia y se erradique de una vez por todas la oligarquía política que nos gobierna.