Una entrevista de La Nación sobre los antecedentes de la carretera San José-Limón me hizo recordar la historia de la construcción de la rústica, como se le llamó al camino de penetración entre Siquirres y Limón construido durante el gobierno de don José Joaquín Trejos Fernández (1966-1970).
También me hizo reflexionar, por tratarse de un camino similar, sobre la necesidad de promover la terminación de la trocha, el proyecto truncado de la administración anterior para construir un camino en la frontera con Nicaragua a lo largo del río San Juan.
Cuando me enteré del inicio de la construcción de la trocha pensé que se trataba de un proyecto que requería un trabajo similar realizado por nosotros en la rústica a Limón 50 años atrás. Ambos proyectos perseguían propósitos loables, muy justificables. Lo hecho con la rústica puede, aun ahora, servir de ejemplo para lo que debe hacerse en la trocha.
La rústica a Limón. El presidente Trejos estaba empeñado en construir la carretera finalmente lograda gracias a recursos de un crédito con el Banco Mundial, obtenidos avanzada su administración, pero las gestiones al inicio de su mandato para obtener ese dinero fueron infructuosas y don José Joaquín, viendo que se escapaba el tiempo, me preguntó, como director general de Vialidad que era yo en aquel momento, la razón por la cual nunca se había construido una vía de penetración a Limón puesto que esa había sido la característica para las principales obras viales, porque primero se habilitaba un camino en piedra y luego, con el tiempo y mayor desarrollo, en una segunda etapa, se construía la pavimentada.
No supe darle otra respuesta, solo respondí refiriéndome al tabú de que no era posible conectar el Atlántico por carretera. Era claro que el presidente quería dotar al pueblo de Limón de una conexión distinta al ferrocarril con el resto del país.
En el MOPT nos dimos a la tarea de estudiar la viabilidad, y con la participación de varios ingenieros de distintas especialidades se estudió un posible trazado, distinto al de la carretera definitiva y la opinión técnica sugirió que era viable, diagnóstico que se comprobó con el trabajo de cuadrillas de topografía y exploraciones de campo.
Una vez convencidos de que se podía efectuar, se lo hice saber al presidente, quien entonces nos giró instrucciones para proceder, y aseguró su respaldo y el de su gobierno.
Don José Joaquín escribiría luego: Fue así como “rasguñando” los escasos recursos y maquinaria disponibles, sin ingresos para presupuestos extraordinarios y sin contraer nuevos préstamos para el efecto, nos dimos a la tarea de construir un camino entre Siquirres y Limón, con los medios disponibles y conforme a las técnicas que siguen los ingenieros nacionales para la construcción de caminos “de penetración”.
La obra se concluyó con éxito por la tenacidad del presidente y gracias al esfuerzo de varios ingenieros y muchos trabajadores del MOPT, aunque siempre he considerado justo reconocer, en particular, la contribución del Ing. Ricardo Umaña Portocarrero por su esfuerzo, dinamismo y genialidad en la conducción del proyecto.
Antes del final de su administración, don José Joaquín viajó por la rústica hasta la ciudad de Limón en el viejo Mercedes Benz asignado a la Presidencia, el mismo que había utilizado el presidente Francisco Orlich y, paralelamente, como lo mencioné anteriormente, logró conseguir el financiamiento del Banco Mundial para la construcción de la carretera definitiva entre Siquirres y Limón y para los estudios de la vía entre Siquirres-Guápiles-San José.
La rústica sirvió de acceso a Puerto Limón durante varios años y también sirvió para facilitar la construcción de la carretera que hoy, con incuestionable justicia, lleva el nombre de Carretera José Joaquín Trejos Fernández.
La trocha. En relación con la trocha, el temor de una invasión a nuestro territorio por parte del gobierno de Nicaragua llevó a la Casa Presidencial a tomar la decisión de ordenar su ejecución como emergencia nacional. Evidentemente, lo sabemos ahora, sin la adecuada asesoría del MOPT y el Conavi sobre su viabilidad.
Esa decisión resultó ser atropellada y errónea porque no se hicieron estudios (al menos básicos) previos para determinar una estrategia y procedimiento para su ejecución. Aun ante la posible agresión militar por parte de nuestro vecino del norte, la idea de construir un camino para movilizar equipo a lo largo de la frontera debió haber sido sometido al estudio de un equipo técnico que debió haber valorado y rendido un informe sobre la posibilidad de ejecutar una obra de semejantes características.
Simplemente no existió la más mínima planificación. Grave irresponsabilidad del MOPT y el Conavi, que debieron negarse a embarcar al gobierno en una aventura que no podría concretarse tan fácilmente como se creyó.
Está claro, se subestimó la magnitud del trabajo, esfuerzo y recursos requeridos para construir un proyecto de 150 kilómetros de longitud sin considerar obstáculos técnicos que se enfrentarían, sin valorar los efectos al medioambiente, las condiciones geológicas del terreno, los numerosos ríos que hay que salvar y la dimensión de algunos de esos pasos.
Tampoco se entró a considerar cómo resolver los sistemas de drenaje, de mayor atención por la cercanía del río San Juan, y no se hizo exploración para tener claridad sobre la disponibilidad de fuentes de materiales aptos para el tipo de obra.
Construir un camino de semejante longitud y magnitud, aun uno de penetración, pero lo suficientemente estable para permitir la movilización permanente de vehículos pesados, requiere mucho más esfuerzo que la simple voluntad de querer hacerlo. Al final, sucedió lo que tenía que suceder, ya conocemos esa historia.
Hay que concluirla. A raíz del escándalo que en su momento llegó a paralizar los trabajos y reconociendo la ausencia de normas técnicas en lo ejecutado, parece que el MOPT abandonó el concepto de trocha o camino de penetración original y procedió a contratar el diseño de los 150 kilómetros de vía bajo especificaciones técnicas propias para construir una carretera pavimentada (el péndulo se movió de un extremo a otro).
Según información que ha trascendido, aunque los diseños no se han concluido, ejecutar esa obra requiere una inversión de $200 millones o más, monto difícil de justificar en estos momentos.
Si así fuera, el país se queda sin el uno y sin el otro. De ahí el propósito de este comentario, porque hay que concluir la trocha. Si no se dispone de recursos o no se justifica tanta inversión, debe construirse al menos como un buen camino de penetración, transitable todo el año. Si no por razones de seguridad nacional, debe hacerse para ayudar a ejercer nuestra soberanía territorial.
En una segunda etapa, más adelante, se puede y llegará a construirse la carretera definitiva. Si hace cuatro años se hubiera procedido como se sugiere, la trocha estaría en servicio, y si se inicia y se hace bien, en cuatro años estará, al fin, en servicio.
A veces, por hacer las cosas a la carrera se hacen mal; en otras, por alcanzar lo ideal se deja de construir lo posible. Ni uno ni otro extremo son buenos.
El autor es ingeniero.