Pareciera que el silencio es un recurso natural en extinción. La demanda y consumo de ruido es elevada. Para el neurólogo español Pablo Irimia, la contaminación acústica está vinculada a sordera, problemas de sueño, enfermedades cardiovasculares y trastornos digestivos.
También, afecta la capacidad de memorizar y aprender de los jóvenes que viven en un ambiente ruidoso. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la contaminación acústica es uno de los factores ambientales que originan más problemas de salud.
Solo en Europa, según la Agencia Europa del Medio Ambiente (AEMA), causa al año 16.600 muertes prematuras y más de 72.000 hospitalizaciones. La OMS publicó un informe en el 2011 en el que reveló que 3.000 de las muertes sucedidas ese año en la Europa occidental por enfermedad cardíaca tenían que ver con el exceso de ruido.
Muchos enfrentamos esta situación de riesgo. La enfermera británica Florence Nightingale escribió en 1859: “El ruido innecesario es la ausencia más cruel de cuidado que se puede infligir sobre una persona. El ruido repentino es incluso una causa de muerte entre los pacientes niños”.
Según el investigador y neurólogo Michael Wehr, de la Universidad de Oregón, nuestras neuronas se encienden durante la quietud. La cardióloga Imke Kirste en su trabajo Is silence golden? (¿El silencio es oro?), publicado en el 2013 en la revista Brain Structure and Function, afirma que el silencio, más que cualquier melodía, provoca la neurogénesis (nacimiento de nuevas neuronas). Su disminución en el hipocampo conduce al alzhéimer. De hecho, el silencio es un modo de tratar esta enfermedad. Deberíamos procurar espacios de sosiego.
Irimia apunta a que el silencio facilita el control de la tensión arterial (baja el riesgo cardiovascular y previene, por tanto, dolencias del corazón e ictus) y predispone a los beneficios de una vida reflexiva. “El pensamiento profundo y meditado genera nuevas conexiones entre neuronas. Es decir, una vida intelectual activa, que requiere concentración y, por tanto, silencio, cumple un papel protector contra las afecciones neuronales”. Señala que un nivel educativo alto se vincula con un menor riesgo de padecer alzhéimer.
La OMS afirma también que el ruido superior a los 75 decibelios (dB) es dañino y doloroso a partir de los 120. Muchos bares llegan a superar los 110 dB. El cerebro necesita 16 horas de reposo para compensar 2 horas de exposición a tales magnitudes de ruido.
Deben tomarse acciones legales contra los establecimientos que producen la contaminación acústica, pues atentan contra la salud física y mental de miles de ciudadanos. El Ministerio de Salud y las municipalidades deben tomar cartas en el asunto y nunca convertirse en cómplices.
La Policía Municipal y la Fuerza Pública deben seguir reforzando la supervisión en los distintos lugares donde se sabe que nos atormenta el ruido insano. Asimismo, deberían tomar acciones legales contra quienes alquilan establecimientos y luego son indiferentes a las constantes quejas que presentamos los vecinos que vemos perturbado el sueño todos los días.
El lucro no se toma vacaciones. Este rito colectivo de diluirse en el alcohol compromete la salud y el futuro de todos. Altera las condiciones normales que necesitamos para vivir, trabajar y estudiar.
El escándalo es un elemento distorsionador, nos causa un mareo existencial que nos aleja de las actividades humanas por excelencia: pensar, ponderar, considerar, reflexionar, contrastar, valorar, estudiar y analizar.
Revivamos el silencio. Es un buen interlocutor para reflexiones profundas. Tiene su lenguaje y, con el paso del tiempo, acrecienta su mensaje. Nos abre a nuestro propio mundo interior. Muchas de nuestras búsquedas y respuestas están esperando una voz en el silencio. Qué lujo es vivirlo.
La autora es administradora de negocios.