No estamos bien posicionados en indicadores de pobreza, empleo y desigualdad. La pobreza alcanzó en el 2014 el 22,4% (18,5% en el 2009) y el desempleo se ha mantenido cercano al 10%, aunque más alto el juvenil y el rural.
En cuanto a la desigualdad del ingreso, en el 2014 el 20% más pobre recibió solo el 3,9% del ingreso nacional, cuando con un reparto más equitativo debería haber recibido un porcentaje cercano al 20%. Se agrega a ello que ahora las empresas son más exigentes y demandan trabajadores con mayor calificación. Ello deprime los salarios y el empleo de los que poseen menos destrezas, lo que acrecienta la inequidad.
De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, la desigualdad en la distribución del ingreso se ha incrementado en la mayoría de los países como consecuencia de factores externos, como la globalización y el cambio tecnológico, e internos, como las diferencias en el grado de progresividad de los impuestos, políticas ineficientes de gasto de los gobiernos e informalidad. Algunos asocian el acrecentamiento de la desigualdad a aumentos de actividades de los estratos superiores de ingresos, que buscan crear rentas a costa de los grupos de menores ingresos (transferencia de riqueza) y no ciertamente rentas por aumentos en la productividad (creación de riqueza).
Si bien el crecimiento económico es necesario para hacer crecer el pastel del ingreso, no siempre las porciones se reparten por igual.
En Costa Rica, el crecimiento ha estado acompañado por aumentos en la desigualdad, de acuerdo con el coeficiente de Gini (con valor de 0 cuando existe igualdad perfecta y 1 cuando hay desigualdad perfecta).
En efecto, el coeficiente ha venido subiendo y pasó de 0,44 en el 2009 a 0,52 en el 2014. Según estándares internacionales, los países que están razonablemente bien alcanzan valores cercanos a 0,3 y los que tienen mucha desigualdad superan el 0,5.
De modo que en nuestro caso es ineludible revertir esa cifra para crear mayor justicia social, evitar luchas de clases y fortalecer la democracia.
La evidencia muestra que la combinación de impuestos directos progresivos sobre la renta con transferencias redistributivas más eficientes y equitativas disminuye la desigualdad del ingreso. El efecto es mayor cuando se fortalecen los programas de pensiones a no contribuyentes, los beneficios a niños y ancianos y otros gastos en educación, salud y alimentación.
En cuanto a los impuestos indirectos, hay que señalar que no todos son igualmente regresivos; incluso algunos tienden a ser progresivos, como los impuestos a la propiedad, el consumo de alcohol y tabaco y la compra de autos y bienes de lujo.
Acciones necesarias. Entre las acciones para favorecer la redistribución del ingreso figuran:
1- Reducir la evasión y elusión de impuestos. Por ejemplo, cerciorarse de que los profesionales liberales paguen los correspondientes impuestos, que incentiven a sus clientes con una lotería fiscal que premie a los que exigen el recibo por los servicios. Para este y otros casos, el sistema de factura electrónica permitirá contar con información de la facturación emitida en todo el país, lo que mejorará la supervisión tributaria y, en particular, el control de la informalidad.
2-Ampliar las bases imponibles, como es el caso de la sustitución del impuesto de ventas por el IVA, con excepciones para estratos bajos.
3-Instituir el Registro de Beneficiarios Finales de las Sociedades Anónimas para mejorar la fiscalización y combatir el lavado de dinero.
4-Adoptar los principios de renta global y mundial.
5-Revisar los subsidios, exenciones y subvenciones ocultas que concede el gobierno y determinar cuáles deben reducirse o eliminarse.
6-Mejorar el control de los programas de transferencias a los sectores más necesitados de la sociedad para eliminar duplicidades y asegurar que el destino de esos gastos es el correcto.
7-Regular los intereses usurarios que cobran bancos y financieras por las tarjetas de crédito y los comercios por ventas al crédito de artículos para el hogar.
No solo debemos requerir a los gobiernos que hagan más eficiente la recaudación de impuestos y su redistribución a los más necesitados, sino crear conciencia de que también los ciudadanos tenemos facultades para redistribuir ingresos.
Ello es posible si las familias con sentido de justicia se hacen cargo de ayudar mensualmente a una o más familias de escasos recursos o financiar los estudios de jóvenes que no disponen de los medios necesarios. Forjemos un sistema económico y político más justo.
El autor es economista.